Titulo: Odiado, odiado San Valentín.
Disclaimer: Los personajes no son míos,
pertenecen a Akira Amano, yo sólo hago esto por diversión, no me dan money por
escribir —lamentablemente—.
Parejas/Personajes: Lampo, Daemon y G.
Advertencias: Intento fail de comedia (?), palabras malsonantes, muchas maldiciones,
intento de conseguir que Lampo sea Lampo (?).
Resumen: Para desgracia de Lampo, Daemon estaba
loco, chiflado y todos sus sinónimos.
—¿¡Estás loco!? —la expresión de
horror de Lampo era indescriptible. ¿Realmente Daemon le estaba pidiendo eso?
Ese bastardo tenía un humor retorcido, muy retorcido así como una obsesión
insana por el dinero. ¡Tampoco había gastado tanto! Solo había comprado un par
de cositas sin importancia… un par de trajes, unos relojes nuevos, una pulsera
y un collar de oro, regalos para el resto de la familia… ¡nada importante ni
excesivamente caro! ¿Por qué el guardián de la niebla tenía que ser tan pesetero?
—¿Entonces no lo vas a hacer? —la
sonrisa diabólica de Daemon le auguraba un castigo nada agradable si no aceptaba
la propuesta ofrecida. Lampo gimió frustrado al ver que no tenía más
escapatoria y que prácticamente estaba obligado a aceptar aquello si no quería
sufrir algo mucho peor. Maldijo con todas sus fuerzas al cabrón de Spade y
finalmente asintió, tenso—. ¡Excelente! Sabía que llegaríamos a un acuerdo tú y
yo. Te prometo que no te arrepentirás de tu decisión. Oh, y antes de que se me
olvide. Tienes que hacerlo en San Valentín, nfufufu.
¿Qué no
se arrepentiría? ¡Já! ¡¡Ya se estaba arrepintiendo!! Si la furia de Daemon era
terrible no quería imaginarse la del guardián de la tormenta. Suspiró
pesadamente y se revolvió el cabello. Aún quedaba el pequeño detalle de cómo
cumplir la petición de la niebla. Estaba amaneciendo ya, había llegado el
temido día y era probable que en cuanto saliera de la habitación la presencia
de Spade le acosará como un depredador a su presa. Si al menos Archery no fuera
tan popular con las féminas… Toda su hombría se iba a ir al garete ese día.
Con lo
que él había sido… Bien podía hacerlo como una pequeña “venganza” contra el
pelirrojo por robarle protagonismo. ¡Él se merecía más esos chocolates, esas
miradas soñadoras, esos suspiros de quinceañera enamorada! Era guapo,
atractivo, inteligente, sexy y estaba soltero. Archery a veces parecía un
amargado casado con su trabajo. ¿Por qué narices era tan popular? Suspiró, más
frustrado que antes y se levantó de la cama. No era momento para ponerse a
pensar en esas cosas. Tenía que elaborar un plan para realizar el trato y otro
para escapar de la furibunda tormenta. Pero lo primero era lo primero.
La
rutina de aquel día era siempre la misma año tras año. Archery se levantaba y
era acosado por el cincuenta por ciento de las mujeres que formaban parte de
Vongola para que aceptase los chocolates que le habían preparado mientras él se
moría de envidia en una esquina. Vale, no, mejor omitir ese detalle a su
conciencia. Una vez conseguía librarse durante toda la mañana de ellas otro
porcentaje bastante alto de chicas se presentaban ante él durante la comida y
se repetía la misma situación que durante la mañana. Y por último, todo el
proceso se repetía, de nuevo, durante la cena. Eso quería decir que tenía tres
intentos para lograr su cometido. Tres, ni uno más, ni uno menos.
Y
haciendo cálculos mentales o se iba ya corriendo hacía el cuarto de G o iba a
perder el primero. Aunque dado que aquel era el momento en el que más chicas
había… no terminaba de ver claro si era el momento más idóneo para hacerlo. Por
otro lado, quería librarse de aquello cuanto antes así que al menos iba a
intentarlo. Se vistió rápido, poniéndose lo primero que había encontrado del
armario (aunque daba igual, él siempre estaba atractivo incluso cuando estaba
embutido en una bolsa de patatas gigantes, por supuesto) y corrió como alma que
lleva el diablo por los pasillos. Pronto los cuchicheos de inconfundibles voces
femeninas hicieron eco en su cabeza.
—“Maldito
suertudo… no te quedes calvo algún día” —pensó para si. No es que fuera un
pensamiento que realmente considerase pero en esos momentos estaba demasiado
celoso para tener en cuenta la profunda amistad que tenía con todos los
miembros de la familia. Bueno, no, con todos no, a Daemon quería ahorcarle.
Siempre.
—¡G-sama! ¡Por favor, acepte este chocolate!
—ese fue el primer gritó que escuchó, seguido de veinte parecidos al salir el
pelirrojo de su cuarto. Mucho G, mucho sama,
mucho dono. De no haberse puesto una camisa
nueva seguramente ahora estaría mordiéndola de frustración al ver que ese imbécil
rechazaba unos chocolates tan suculentos, hechos con todo el mimo que las manos
de una enamorada podían preparar. ¿¡Cómo podía ser tan desalmado!? Para su
desgracia, el haberse distraído con los celos y la envidia le dieron el tiempo
suficiente a la tormenta para escabullirse, dejando a Lampo sólo ante un montón
de desilusionadas jovencitas. Las hubiera consolado de no ser porque se estaba
acordando de todos sus difuntos en ese mismo instante. ¡Había desaprovechado la
ocasión perfecta!
—Primer
intento: Fracaso. Te quedan dos, [i]nfufufu[/i] —la risa de Daemon le provocó
un escalofrió por toda la espina dorsal. Bueno, al menos no tenía que ir a
levantar a Spade para asegurarse de que no ponía en peligro su pellejo ante
todo el sector femenino de Vongola y Archery para nada. Suspiró por enésima vez
en aquel día. Estaba empezando a convertirse todo aquel lío en algo personal.
¡Aquello no iba a quedar así! Pero no podía dedicarse a seguir perdiendo el
tiempo, tenía que encontrar al pelirrojo y zanjar de una vez por todas el
asunto. No tenía que ser muy difícil dar con él, ¿verdad? Sólo había que pensar
como lo haría el guardián de la tormenta, dónde se escondería de estar siendo
acosado por una masa de fans histéricas y chillonas. Quizá no sería tan fácil
como creía…
Tres horas después…
¡Vale!
Definitivamente NO iba a ser fácil encontrar al pelirrojo. Se dejó caer
pesadamente en el suelo y se apoyó en la pared, medio muerto. Estaba agotado,
había ido de un lado a otro sin parar, pasando por donde estaban las chicas que
buscaban a G, yendo en dirección contraria adonde ellas iban y no había visto
ningún rastro del perseguido. ¡Parecía un maldito fantasma! ¿¡Cómo podía
alguien desaparecer sin dejar rastro!? No tenía ningún sentido. Golpeó levemente
su nuca contra la pared y maldijo a todos los ascendentes del pelirrojo. ¡Y
encima ya se estaba acercando la hora de comer! Masculló un improperio y se
levantó del suelo, caminando desganado hasta el comedor.
Para no
variar, cuanto más cerca estaba del lugar, más cuchicheos de voces féminas
escuchaba. ¿Por qué las mujeres tenían esa incomprensible fascinación hacía el
tipo que más pasaba de ellas? Vale, no estaba las veinticuatro horas del día
pegado al culo de G, así que tampoco estaba seguro de si había tenido alguna
amante o alguna novia o algo de eso pero aún así, todos los años había
rechazado todos los chocolates que le daban, ¿por qué se creían que ese año iba
a ser diferente? Se sentó en una silla y estampó su frente en la mesa, miró el
reloj y vio que aún faltaban unos minutos para que la avalancha de gente
entrase en el comedor, es más, ya podía oír sus pasos resonar por los pasillos.
Un
momento… si lo pensaba detenidamente… en el comedor no sólo había mujeres.
También estaba el resto de la familia, hombres, los demás guardianes. Se quedó
pálido ante la idea de que Giotto y los demás contemplaran la escena que tenía
que representar. No, no, no y no. ¡Se negaba a humillarse delante del resto de
guardianes! ¡Él tenía una reputación que mantener! ¿Qué clase de idea
equivocada se harían de él si hacía aquello? Se revolvió el cabello, cada vez
más nervioso, cada vez más inquieto.
—Nfufufu, Lampo, que sorpresa verte tan
pronto por aquí, dime, ¿qué tal la mañana? ¿Ha sido productiva? —el mencionado
abrió la boca de par en par al ver a Spade sentarse frente a él, con su
característica sonrisa esculpida en el rostro. Mierda. Ahora si que tenía que
intentarlo al menos. Tragó saliva duramente y miró el reloj. El tiempo pasaba
demasiado lento para su gusto, sin embargo, sólo hizo falta un segundo para que
todo diera un cambio radical.
G había
entrado en la sala y el resto de guardianes con él, lo que implicaba una
avalancha de mujeres que no sólo estaban coladitas por los huesos del pelirrojo
hicieran acto de presencia—. Joder —masculló bajito el guardián del rayo. Ahora
si que le iba a ser una misión imposible, a pesar de eso, se levantó de la
silla y avanzó hacia sus compañeros, tratando de alcanzar al pelirrojo y
apartando a alguna que otra mujer—. Disculpen, ¿pueden dejar… —el impacto de un
codo contra su nariz fue el primer signo inequívoco de que debía salir de allí.
Lo ignoró. Trató de seguir avanzando pero esa vez, fue empujado y sin poder
evitarlo, cayó de bruces al suelo. Sin duda, debió haber reconocido aquello
como un segundo signo. También lo ignoró. Cuando por fin vislumbró lo que creyó
que era el pantalón de G se le iluminó el rostro y se aferró con fuerza a su
pierna.
Le
temblaba todo el cuerpo y tenía la mente embotada así como mareada por los
golpes, codazos y demás pero ya que había llegado tan lejos… ¿de verdad iba a
rendirse? Sólo eran unas palabras, unas palabrejas de nada. Se relamió los
labios al sentirlos resecos por el nerviosismo y cerró los ojos con fuerza para
finalmente abrir su boca—. ¡¡Dejadle en paz!! ¡¡Es mío, soy su novio!! ¡¡Soy yo
quien le hace arrumacos por las noches y se lo va a hacer salvajemente esta noche!!
—gritó con todo el aire que contenían sus pulmones, quedándose de esa manera
más mareado si era posible. Un silencio sepulcral inundó la sala y tras un
escaso minuto, mostró sus ojos verdes al mundo. Entonces se dio cuenta y si
antes había estado pálido ahora era el vivo retrato de un fantasma.
Alaude,
se había aferrado a la pierna de Alaude, había gritado a los cuatro vientos que
Alaude era suyo, que eran novios, que se lo iba a hacer salvajemente aquella
noche.
Empezó a
rezar todas las oraciones que conocía en cuanto un aura oscura pareció envolver
el cuerpo del guardián de la nube. No había manera de que pudiera calmar el
ansia asesina del rubio. ¡Todo aquello era culpa de G! ¡¡Y sobre todo de
Daemon!! Sólo le quedaba huir pero la pregunta era, ¿cómo?
Entonces
le vio, a escasos centímetros de distancia. Archery, en parte responsable de
todo aquel embrollo. ¡Si ese tonto hubiera estado en el lugar de Alaude ahora
no estaría pasando la peor angustia de su vida! ¡Y encima iba a tener que
trabajar para Daemon! ¡¡Para Daemon!! Soltó lentamente la pierna del rubio y
como si de una anaconda se trata se abrazó con fuerza al cuerpo del pelirrojo—.
Si yo caigo tu caerás conmigo —murmuró el rayo con una expresión algo ida en el
rostro, la viva imagen de la locura. No escuchó bien el grito de la tormenta,
ni la explosión de furia de la nube y pronto se encontró siendo llevado por
Archery, el cual estaba tratando de librarse del abrazo mortal que mantenía
sobre su cuerpo, mientras corrían huyendo del temible guardián de la nube.
Era un
hecho, detestaba a Daemon, detestaba ese maldito día y en ese mismo instante lo
que más quería era revivir al bastardo de Valentín para volver a matarlo.
Fin.