martes, 22 de febrero de 2011

Sangre bajo los tejados.


Alá, porque te dije que lo terminaria y lo he terminado xDDD Aunque con sueño, pa' que lo disfrutes (?)

Lo de siempre: MadaIta, Universo Alterno y demás.

Música: Breaking Benjamin - Evil Angel


Seres inmortales y seres mortales, seres de leyenda y aquellos que vemos todos los días de nuestra vida, pasando a nuestro lado. Los humanos creen que están solos en este mundo, que los seres inmortales, aquellos que aterrorizan sus más profundas pesadillas y acrecientan sus miedos no son más que personajes de leyenda. Cuentos que antaño se contaban para asustar a los niños. ¿Habían sido siempre cuentos? ¿O tal vez los humanos se habían empeñado en otorgarle el nombre de leyenda a algo que no lo era por temor?

Realmente daba igual lo que ellos, los humanos, pensasen. Aquello no iba a cambiar la realidad. Los inmortales, aquellos que sólo existían en sus leyendas para “aterrorizarles” convivían día si y noche también con ellos. Aunque realmente solían convivir más por la noche que por el día o al menos eso ocurría con ciertos seres de desconocida procedencia y alma oscura. Los tan afamados “demonios”. Aquellos que buscaban su propio placer en el dolor ajeno o incluso en el propio. Tratar de esconderles la oscuridad del corazón humano a aquellos seres era una tarea imposible.

Una sonrisa que no inspiraba la más minima confianza se cruzó por los labios de uno de aquellos demonios. Su sonrisa, la cual mostraba una hilera de blancos y perfectos dientes (incluyendo dos incisivos ligeramente más afilados que los de un humano pero sin llegar al extremo de los vampiros), no podía ser más amplia ante el espectáculo que se mostraba ante sus ojos. Madara nunca había sido alguien considerado con los sentimientos ajenos. Para él, el dolor y el placer eran lo totalmente real, lo único real.

Seguramente algunos se preguntaran la razón de aquella pérfida sonrisa en los labios de semejante monstruo. No es que resultase tampoco muy difícil de adivinar que ésta tenía estrecha relación con el sufrimiento… ajeno. Y es que no podía ser más gratificante para alguien perteneciente a la más recóndita de las oscuridades el ver lo que se habían provocado así mismos los humanos. Sin duda alguna el estallido de la segunda guerra mundial había sido como agua de Mayo para su sed de destrucción y muerte. Claro que eso no lo reconocería jamás en voz alta ante aquellos, que en su opinión, eran los seres más patéticos del universo.

Bien, este curioso ser denominado demonio por las innumerables historias que los humanos normales y corrientes habían relatado a lo largo de la historia se encontraba en aquellos momentos paseando tranquilamente por las calles de Berlín. Hacia horas que el negro manto de la noche se había extendido por la capital de una nación que había erguido como líder a un tipo bajito, con bigote, moreno y que proclamaba que todos los alemanes debían ser prototipos de fortaleza, rubios hasta el vello de la polla y con unos ojazos azules. Realmente irónico.

Pero centrémonos en los que nos interesaba en esos momentos. El demonio nombrado por si mismo como Madara, aquel cuya sonrisa parecía eternamente pintada en sus labios permanecía subido a uno de los tejados de aquellas altas casas. Mirando como unos guardias alemanes parecían apresar a aquellos que según las palabras del Dios cristiano de aquellas criaturas deberían ser tratados como su iguales. Suspiró satisfecho ante aquella muestra de violencia. Aunque la diversión no duró demasiado para su desgracia y prontamente volvió a encontrarse sumamente aburrido.

Ah. Si no sentía el intoxicante olor de la realidad estallando en la cara de algunos de aquellos seres inferiores no tenía nada que hacer. Bueno… en realidad sí había algo que podía hacer. Se relamió los labios como una anticipación a lo que posiblemente iba a ocurrir. Su andar fue firme además de rápido al ir recorriendo esas calles humanas en busca de algo de diversión. Hacia escasos minutos que había decidido bajar del tejado en el que se encontraba para recorrerlas y así, quizá, encontrar una presa con la que divertirse aquella noche. Si hubiera sabido que ese sería el detonante que volvería su vida patas arriba... ¿para que mentir? Seguramente lo habría hecho igual.

Pero pasemos a lo importante, Madara estaba acostumbrado a tener que engatusar a sus victimas, a ser él el que se acercaba a ellas (en su opinión era cosa de que su belleza imponía y se sentían inferiores a él cuando le veían), sin embargo, aquella noche no hizo falta que hiciera nada de eso pues, cuando transitaba por uno de los callejones más oscuros de aquel lugar se vio “asaltado” por un “comandante” o lo que fuese de aquel ejercito alemán. Si dijera que no se extrañó de que aquel hombre le acorralase contra la pared mentiría pero tras un intercambio de miradas curiosas y que escondían más de lo que ambos pretendían rebelar.

—¿Qué tenemos por aquí? Como no... los de tu calaña siempre aparecéis en lugares repletos de maldad —susurró aquel comandante, mirando fijamente al demonio el cual simplemente, sonrió.

—Oh... bueno, vosotros siempre aparecéis en lugares donde la presencia humana es... abundante —replicó, contemplando al alemán... no, al vampiro que tenía enfrente con curiosidad, amarrándole de la solapa de su chaqueta para acercarle—. Bien, seré claro, tú quieres sangre y yo tengo ganas de divertirme. ¿Aceptas el trato?

El vampiro se relamió los labios mientras una sonrisa de lujuria surcaba su rostro. Sangre y sexo, dos cosas que Madara sabía que le encantaban a esas criaturas. La lujuria se desbordó entre besos, mordiscos y sonidos obscenos que llenaron el ambiente aquella noche. Claro que no duro por mucho tiempo todo eso.

El sonido de alguien pisando un palo y partiéndolo les distrajo de sus actividades y antes de que Madara pudiera reaccionar o ver si quiera quien era la persona que les había visto el vampiro se movió rápidamente, atrapando al humano incauto, mordiendo con fuerza su cuello, saciando algo de su sed. Madara gimió de frustración. Mierda, mierda, ¡MIERDA! ¿Qué se suponía que estaba haciendo aquel vampiro? ¡No tenía ganas de deshacerse en esos momentos de un cadáver!

El ruido sordo del cuerpo del muchacho al caer le sacó por completo de sus pensamientos. Suspiró pesadamente, mirando a su alrededor, no había más que escombros y basura por aquel lugar quizá podría esconder el cuerpo y hacerlo pasar por el de algún judío. Claro que sus planes se fueron a la mierda cuando el vampiro se abrió de repente la muñeca y dio de beber su sangre al muchacho. Madara no supo identificar la sensación que le invadió en aquel momento. ¿Y ahora que?

—Es un regalo. Por la sangre. Puedes hacer lo que quieras con él —expresó el vampiro mientras se arreglaba las ropas y se acomodaba el sombrero había caído al suelo al acorralarle. Madara bufó al ver como se marchaba. Él no era un vampiro para nada. ¡Encima tendría que enseñarle a ser vampiro! Estaba molesto, jodidamente molesto, se acercó a su "regalo" y lo miró desde arriba, viéndole boquear, seguramente agonizando por la transformación que estaba sufriendo su cuerpo. Le miro fijamente por unos segundos y en un acto totalmente impulsivo le cogió en brazos, haciendo varios movimientos para que quedase sobre su espalda.

A pesar de todo, soltó un pequeño quejido cuando el más joven le mordió en el cuello. Por lo visto los colmillos eran lo primero en cambiar. Resopló, dejándole beber en ese momento.

—Supongo que como no sé tu nombre tendré que ponerte alguno —murmuró bajito al chico—. Uhm... Tendré que pensarlo detenidamente aunque... me gusta el nombre de Itachi —terminó de decir, desvaneciéndose entre las sombras con el chico en su espalda. Sabia que el muchacho iba a serle un tremendo dolor de cabeza pero extrañamente... esa idea se le hacia tremendamente interesante.

¿FIN?