sábado, 31 de marzo de 2012

El inmutable pasado (Último cap)

Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn! no me pertenece, ni sus personajes tampoco, son de Akira Amano yo hago esto sin animo de lucro, bla, bla, bla.

Personajes/Parejas: 02/Asari, mención de 8059.

Advertencias: Quizá algo de OoC (de estas cosas nunca estoy segura).

Resumen: ¿Le dirías a la persona que amas “te quiero” antes de morir? ¿Y si a tu juicio fuera el peor error, te arriesgarías? Las dudas corroen la mente de los más débiles de corazón provocando que a veces elijan la peor opción.




Y. Sin remordimientos.

—¡Deja de joder, Lampo! ¡Te he hecho una pregunta! —el casi rugido de G provocó que el resto de guardianes pusieran su atención sobre ellos.

—Eres tú el que no para de joder, Archery —replicó el primer guardián del rayo, tirado en un sofá mientras miraba de reojo al mencionado, con su usual expresión aburrida—. Si no te lo dije en vida, ¿qué te hace creer que lo haré en muerte?

Los demás guardianes contemplaron el resto de la discusión con cierto interés, sin embargo, no todos le prestaron atención a la disputa. Ugetsu, el guardián de la lluvia, había preferido mantenerse al margen de todo. Él ya sabía la respuesta que con tanto desespero buscaban G y los demás, es más, por las palabras de advertencia de Lampo también deducía su pregunta. También sabia que Lampo no iba a dar su brazo a torcer lo que le daba a entender que encontraron su carta y que el rayo había sobrevivido al ataque de la base. Y aunque lo agradecía, no terminaba de entender los motivos de Daemon para hacer algo así después de haberle matado.

¿Remordimientos? ¿Acaso matar a dos de sus amigos habría sido demasiado incluso para él? ¿O quizá había habido un plan malévolo cuyo desenlace desconocía? Daemon siempre había sido alguien demasiado difícil de leer. Incluso más que el cerrado de Alaude.

—¡Asari! —gritó G, dando zancadas hasta colocarse frente al japonés. Ugetsu alzó la mirada, de forma lenta, calmado—. Responde.

—¿Uh? No recuerdo que me hayas hecho ninguna pregunta —respondió, suave, clavando sus irises azules en las orbes del pelirrojo. Estaba tenso, todos lo estaban. No entendía a que venía todo aquello. Habían pasado años desde su muerte, desde la muerte de todos. ¿A qué se venía esa imperiosa necesidad de conocer a su asesino?

—Asari… —la voz de Giotto sobresalió por encima de las demás—. Sólo queremos saber que es lo que te paso.

—Bueno, pues yo no veo necesidad alguna de remover el pasado, ¿acaso yo os pregunto como moristeis? —replicó sin pensárselo demasiado. Empezaba a hartarse de todo aquello.

—Podrías si quisieras —gruño G, sentándose. También parecía harto de aquella discusión.

—Pero no lo hago —le lanzó una mirada de soslayo a Archery—. Porque tengo en cuenta que quizá no es un momento que queráis recordar.

—No te estamos pidiendo que recuerdes. ¡Sólo te estoy pidiendo un nombre!

—¿Y una vez lo tengas? ¿Qué harás, G? —preguntó, suspirando pesadamente—. ¿Revivirás a mi asesino para volver a matarle y vengarte? —empezaba a perder la paciencia—. Deja de comportarte como un niño pequeño —acabó recriminando mientras se levantaba del sillón con intenciones de salir de aquel lugar donde el ambiente no podía estar más tenso.

—Ugetsu… ¿por qué nos lo ocultas? —la voz dolida de Giotto le hizo detenerse delante de la puerta, con la mano apunto de agarrarse al pomo. Volvió a suspirar y giró el rostro hacía él. Hacía su forma incorpórea.

—Estamos aquí para calificar a la décima generación no para hablar sobre lo que me pasó a mi —se frotó el cabello suelto—. Además, lo que vosotros queréis saber es si Daemon tiene algo que ver con lo que paso en la base oeste —todos los presentes se tensaron—. ¿Veis? No me interesa entrar en ese juego. Si Daemon estuvo o no allí es algo que sólo nos concierne a Lampo y a mí. El pasado no se puede cambiar, tú mejor que nadie deberías saberlo, Primo.

—Pero…

—Déjalo ya, Giotto, a los cabezotas no se les puede convencer de nada —gruñó G—. Cuando se empecina en algo no hay quien le haga entrar en razón.

—Me alegra que lo comprendas —replicó Asari, ganándose una mirada mortal de parte del pelirrojo—. Ahora si me disculpáis, toda esta charla inútil me ha dado dolor de cabeza.

Salió de la habitación como si nada y caminó en silencio por los pasillos de aquel templo abandonado donde estaban “residiendo” temporalmente. Realmente no había pensado que su muerte iba a suscitar tanto interés en sus compañeros. Es más, realmente no entendía como era que Lampo no se había ido ya de la lengua. Aunque en cierto modo, agradecía el gesto. ¿De qué iba a servir? Daemon ya se había ganado el resentimiento de todos ellos con sus anteriores actos. Y a pesar de todo, él seguía considerándole un amigo. Quizá porque entendía lo que era amar a alguien y aunque no hubiese “perdido” a G, era indiscutible que nunca podría estar con él y mucho menos en aquel momento en el que estaban muertos. Perder a Elena debía haber sido un golpe demasiado duro para el ilusionista.

No podía odiarle por guardar rencor al haber perdido a la persona que más amaba. Claro que él ni siquiera podía odiar a Giotto por tener todo el cariño y la comprensión de la persona por la cual habría entregado gustoso su vida. Quizá Daemon tenía razón y era demasiado blando. Pero si no lo fuera, no sería él mismo. Se mordió el labio inferior, pensando en la posibilidad de sincerarse con Archery pero la idea seguía aterrándole tanto como cuando estaba vivo. No sería capaz de soportar que aquellos ojos rojizos le miraran con desprecio o asco. Suspiró un poco y se sentó en un pequeño banco, cerrando los ojos y apoyando su cuerpo en la pared. Todo aquello le era tan agotador. No sabría cuanto tiempo podría aguantarlo.

—¿Puedo sentarme aquí? —la voz de Lampo le pilló completamente desprevenido, abrió los ojos y observó que el menor no esperaba respuesta y que se sentaba a su lado.

—Supongo que tú también tienes preguntas.

—Sólo un par —replicó el de cabellos verdes.

—Bueno… en cierto modo hiciste lo que te pedí en la carta así que supongo que te lo debo —comentó, suspirando levemente.

—Vayamos al grano entonces —Lampo miró a los ojos a Asari y finalmente hizo su pregunta—. ¿Por qué G? —el azabache arqueó ambas cejas al escuchar aquella pregunta. ¿Qué clase de pregunta era esa y con que sentido la hacía?

—¿Perdón? —se frotó un poco el cabello—. ¿Te refieres a por qué Daemon escogió la forma de G?

—No, me refiero a que cuando le viste, te sorprendiste —interrumpió cualquier otra cosa que él mayor hubiera podido preguntar—. No solo eso, flaqueaste y bajaste instintivamente el arma como si la idea de herirle te aterrorizara. No te defendiste. Si hubiera sido Archery el traidor… ni siquiera habrías luchado, ¿verdad? —la mirada fija del menor le obligó a agachar el rostro, quizá sintiéndose algo avergonzado.

—No —respondió con la voz ahogada—. Nunca podría hacerle daño —abrirse a Lampo le parecía una locura, ¿pero de qué servía ya ocultarlo? Él había visto todo aquello, él había vivido el momento de su muerte. Era inútil negar lo evidente.

—Es estúpido por tu parte eso, Ugetsu —el menor buscó los ojos del guardián de la lluvia y al no encontrarlos por el largo cabello de este simplemente suspiró—. Si hubiera sido Archery seguramente habría matado a Daemon aunque tuviese tu aspecto.

—Es lo más probable —respondió el azabache, cabizbajo—, pero si hubiera sido G quien se enfrentara a Daemon te puedo asegurar que la última apariencia que adoptaría sería la mía —ambos guardaron silencio—. Si hubiese querido atacarle con alguien se habría transformado en Giotto. Él es mucho más importante para G que yo —se arrepintió enseguida de sus últimas palabras. La resignación con la que había teñido sus palabras… no quería que le considerara una persona celosa. Aunque a veces si que los sintiera. Se removió incomodo, la mirada analizadora del guardián del rayo empezaba a ponerle nervioso.

—Ya veo —murmuró—. ¿Crees que G estaba enamorado de Giotto?

La pregunta flotó, varios segundos, en el aire, volviendo el ambiente demasiado tenso para los nervios de Ugetsu. ¿Era demasiado pedir que la tierra se lo tragase en ese mismo instante? No quería hablar de eso, no quería averiguar si G había ido o no a Japón. No quería saberlo—. Bueno… no es que tenga una declaración de nuestro amigo G sobre sus sentimientos hacía Primo pero… —miró sus manos—. Seamos sinceros, ellos se conocen desde que eran pequeños, G hubiera dado su vida por Primo sin dudarlo si con eso le protegía. No sé si será amor pero cualquier sentimiento que sienta hacia nosotros seguramente quede empequeñecido ante ese…

—Entiendo. Así que nunca se lo dijiste a Archery…

—Oh, sí, hubiera servido de mucho, “G, amigo mío, se que somos hombres y que esto es raro y que a pesar de todo quizá ames a otro hombre pero tengo que confesarte que te… que te amo” —interrumpió, nervioso, irritado y en cierto modo, decepcionado consigo mismo.

—No hacía falta que sacaras a relucir que tú también puedes ser sarcástico. Al menos ya se a que narices se refería Daemon con lo del “asunto pendiente” —el guardián de la lluvia parpadeó al escuchar aquella afirmación y sin poder evitarlo, clavó su mirada en Lampo, incrédulo. No había esperado que el menor recordase algo tan trivial como eso, mucho menos después de todo el tiempo que había pasado—. Fue algo que me llamó la atención, deja de mirarme así. Además, me resultaba extraño que dejaras cosas sin resolver, precisamente tú.

—¿Tan poco humano parezco? —suspiró un poco—. Yo también tengo secretos, Lampo, ya lo has visto. Y a juzgar por el comportamiento de Giotto él también los desconoce.

—Me cuesta imaginar eso —replicó Lampo aunque la curiosidad era palpable en su rostro. Ugetsu se encogió de hombros.

—Ventajas de ser el “calmante” de la familia, supongo —sonrió de lado, por primera vez en mucho tiempo—. Sólo es cuestión de calmar la curiosidad innata del cielo. Aunque en comparación a Alude, yo soy bastante legible —trató de formar una pequeña sonrisa.

—Supongo que si —ambos volvieron a guardar silencio durante un breve espacio de tiempo—. ¿Te he comentado ya que tienes un gusto horrible? Teniéndome a mí por allí, mira que ir a fijarte en Archery —hizo una especie de ruidito como de negación con la boca y el azabache volvió a emitir una pequeña sonrisa. Aliviado de que Lampo no considerara sus sentimientos anormales. Lo había ocultado bien durante la conversación pero la verdad es que había estado muerto de miedo con respecto a aquel tema. Después de todo, amar a otro hombre… en su tiempo había sido un bastante mal visto.

Después de aquella conversación siguieron hablando un rato más, concentrándose sobre todo en la vida del guardián del rayo tras la caída de la Vongola de Primo. Evitaron hablar de todo lo relacionado con aquella noche en la que murió y aunque la pregunta de por qué Daemon había dejado vivir a Lampo aún carcomía su mente, prefirió dejarlo estar. Al final, sin saber muy bien como habían llegado a ese tema, los interesados en heredar la voluntad de los guardianes Vongola se convirtieron en el centro de atención.

—¡Un niño! ¿¡Te lo puedes creer!? —exclamó el menor, indignado—. Es una ofensa contra mi persona. ¡Ni siquiera se habrá separado aún de las faldas de su madre!

—Vamos, vamos, relájate, tampoco es para tanto —murmuró en un intentó de calmarle, bastante fallido.

—Es fácil decirlo para ti —replicó, mirándole fijamente—. ¡Tú y el nuevo guardián de la lluvia sois como dos gotas de agua!

—¿Oh? ¿Y se supone que es bueno? —el azabache soltó una pequeña y débil risa—. Te recuerdo que morí bastante joven. No es que me emocione que acabe como yo.

—No creo, para eso imitar tus pasos primero tendría que cometer la idiotez de enamorarse de quien no le quiere.

—Ah… mi amigo, el destino es cruel, la vida es cruel y el amor es más cruel que el destino y la vida juntos —negó con la cabeza y alzó la mano, dejándola con suavidad sobre el cabello verde del otro, acariciándolo un poco—. De todos modos, aunque… —se mordió el labio inferior, guardando silencio por unos segundos—. Takeshi y yo seamos parecidos no tenemos porque acabar igual. No somos iguales. Además, el guardián de la tormenta de está generación y G no se parecen… mucho —terminó, no muy convencido—. Sería mucha casualidad que fuera a fijarse en él.

—Sería tétrico, dilo claro. Casi parecería una maldición hacia tu puesto —un pequeño escalofrío recorrió al de apariencia más jovial.

—¡Eh! Por lo que he podido ver, hasta ahora, ningún otro guardián de la lluvia ha sentido… ha tenido sentimientos —se corrigió—, por el guardián de la tormenta en su generación —reclamó, ligeramente molesto y algo ruborizado. Era extraño, demasiado extraño. Nunca habría imaginado que hablaría de sus sentimientos tan abiertamente, mucho menos que sería con Lampo.

—Ah… —el rayo cerró uno de sus ojos—. Pero ninguno se había parecido tanto a ti.

—Exageras…

—¿Lo hago? —se encogió de hombros y se acomodó algo mejor el cabello—. Tampoco es como si pudiéramos decirle: “Hey, ten cuidado con el guardián de la niebla vaya a darte una puñalada trapera y un consejo: No te enamores del guardián de la tormenta” ¿no? —nuevamente se hizo el silencio entre los dos, el azabache parecía distraído y eso lo notó enseguida el de mirada esmeralda—. Me pregunto para que hablo —suspiró un poco—. ¿Vas a comentárselo, entonces?

—Creo que es suficiente con que te lo haya dicho directamente a ti —respondió, volviendo a removerse inquieto—. Quizá… si pudiera hacérselo llegar de alguna manera indirecta. Con algún escrito de aquella época…

—Nunca lo escribiste en cartas y hasta donde yo sé, nunca te vi con un diario personal. Y aunque lo hubieras puesto por escrito, es imposible que esos papeles sobrevivieran al tiempo.

—Lo sé, lo sé… Seguramente estamos exagerando bastante, no hay manera de que la historia se repita, ¿verdad? —se mordió el labio inferior, con fuerza—. Estoy haciendo una montaña de un grano de arena.


—Al menos tus dudas están motivadas por buenas intenciones. Sólo quieres avisarle de una de tantas posibilidades. A lo mejor muere de viejo o le matan siendo joven… —la mirada de Lampo se ensombreció levemente—. O quizá el guardián de la niebla de su generación le de la puñalada trapera —Asari le observó en silencio durante unos escasos segundos.

—Aún le guardas rencor, ¿eh? —el rayo agachó la mirada.

—Quizá lo haga siempre.

—Lo siento —murmuró sin pensarlo demasiado, recibiendo por aquello una negativa por parte del rayo.

—No eres tú el que tiene que disculparse.

—Bueno, creo que podemos esperar sentados a que lo haga Daemon —dicho aquello, Ugetsu se levantó—. Vamos, tenemos que vigilar a los futuros guardianes del Décimo Vongola. Hemos perdido mucho tiempo.

—Oh, si, genial. Hacer de niñera es lo que siempre había soñado hacer tras mi muerte —replicó el de cabellos verdes, totalmente desganado. El guardián de la lluvia le dio un par de palmaditas en la espalda y le dedicó una sonrisa, comprensivo. Al segundo siguiente, ninguno de ellos se encontraba ya en la habitación.


Tras aquello, el tiempo fue pasando junto a las pruebas, las cuales estaban siendo aprobadas una tras otra. Asari estaba agradecido por el hecho de haber sido el primero en realizar su prueba al nuevo guardián de la lluvia. Así tenía algo de tiempo para si, sin el constante acoso de la mirada cabreada de G ni de las interrogantes del resto de guardianes. Tampoco es que dedicase demasiado a meditar sobre su vida, estaba más ocupado en su preocupación hacia el nuevo guardián de la lluvia por lo que en cuanto pudo, se dedicó a observar las relaciones de la décima generación. Y realmente, ver como se estaban repitiendo algunos de los errores del pasado no le gustó en lo más mínimo.

—No tiene sentido… —masculló para si. Algunos detalles de su carácter eran parecidos a los suyos pero ningún guardián tenía una personalidad idéntica a la de su contraparte. Ni siquiera tener el mismo elemento indicaba la misma personalidad. Entonces, ¿por qué? Las relaciones eran tan parecidas que le revolvía el estomago. Aunque para él, descubrir que el “triangulo” del pasado volvía a repetirse fue como una bofetada en toda la cara. Y para desgracia del pequeño Yamamoto todo parecía apuntar a que tendría el mismo resultado. Se frotó los ojos, sintiendo el peso del cansancio mental recorrerle de arriba abajo.

—¿El que no tiene sentido? —el inconfundible tono de voz de G le sobresaltó.

—Ah… G, ¿desde cuando estás ahí? —preguntó, sin girarse para mirarle a los ojos. Se sentía vulnerable. Era estúpido, lo sabía, pero parecía que ni muerto sus sentimientos por Archery iban a cambiar. Resultaba frustrante. Por otra parte, nunca le había gustado quedarse asolas con él, es decir, le quería pero ese mismo sentimiento parecía estar decidido a trazar nudos en su garganta cuando estaban solos.

—Desde que mencionaste que algo no tenía sentido —G se cruzó de brazos mientras hablaba—. ¿El qué? —el azabache no respondió, es más, giró el rostro hacia cualquier otro lado. Su mente le gritaba que huyera, que cualquier cosa que dijera podría ser usado en su contra, sin embargo, sus piernas no se movieron ni un centímetro. El pánico empezó a extenderse dentro de él. ¡No se le ocurría nada! Tragó saliva y se mordió el labio inferior. Mierda, ¡mierda! ¡¡Mierda!!

—Ah… es algo complicado de explicar —respondió, riendo de forma idiota. En aquel momento hubiera deseado que la tierra le tragase, la forma le daba igual. Que era complicado, lo era. Que no iba a explicárselo a Archery, también. Que él iba a querer una respuesta satisfactoria era indudable o eso presagiaba el cada vez más fruncido ceño del pelirrojo.

—¿No crees que ya me estás ocultando bastantes cosas? —preguntó, su voz algo ronca por la irritación que seguramente llevaba encima. No quería enfadarle más pero la idea de sincerarse le retorcía las entrañas y le aterrorizaba. El “no” que gritó su mente casi se escapó de sus labios. Carraspeó.

—No oculto tantas cosas, G —replicó, apoyándose en la pared—. Además, tú también ocultas cosas y yo no te lo echo en cara —refutó, tampoco iba a dejar que el guardián de la tormenta le echara en cara “errores” que el también cometía.

—¡Pero no son cosas importantes! —G se colocó delante de él con el ceño fruncido mientras le miraba… ¿furioso?—. ¡No eres más que un cobarde!

—¿Perdona? —Ugetsu parpadeó, incrédulo, sin poder dar crédito a lo acababa de oír—. ¡No era yo él que se estaba matando a trabajar porque Giotto no estaba y le decía a los demás que estaba perfectamente bien! —se arrepintió enseguida de sus palabras. No quería sacar ese tema. No quería sacar ningún tema que pudiera sacar a relucir el consejo de su carta. No quería saber si G había ido a Japón, si se había quedado con Primo, si… Tragó saliva y escondió las manos tras las mangas de su hakama al notar que empezaban a temblarle.

—¡Eso no tiene relación!

—¡Claro que la tiene! —acabó espetando, quería callarse, juraba por todos los dioses que quería arrancarse la lengua—. Deja de echarle en cara a los demás sus errores, Archery, ¿ves lo molesto que es?
—Eso fue en el pasado —replicó el pelirrojo, visiblemente molesto—. ¿Tanto te extraña que quiera saber que paso? Eres mi amigo, joder, ¿cómo te crees que nos sentó a todos ver aparecer a Lampo con tu cuerpo echado en su espalda y que ambos estabais cubiertos de sangre? —la lluvia clavó sus ojos en sus propias manos.

—Tampoco es que hubiera estado planeado ese desenlace, ¿vale? —replicó, poniéndose más y más tenso a cada palabra que salía de la boca del contrario. ¿Por qué las cosas tenían que complicarse tanto? Se suponía que morir te conducía a la paz eterna. Y tras todo ese tiempo él aún no había experimentado dicha paz. Y encima tenía que restregarle aquella maldita palabra en un intento de hacerle sentir culpable. ¡Pues no lo hacía! Siempre había querido ser algo más que su amigo pero era estúpido darle vueltas ya a aquello. Era estúpido que le siguiera doliendo el pecho por eso. Y aún así seguía haciéndolo. Quizá Alaude acertó cuando le llamó mártir, quizá Daemon tenía razón al llamarle masoquista.

—Deja de ignorarme —gruñó G, sacando a la fuerza al moreno de sus pensamientos. Iba a replicarle otra vez pero no fue capaz. Acababa de darse cuenta de que a cada palabra que decían se habían ido acercando el uno al otro. Si estiraba su mano podría tocar el pecho del contrario.

—¿G, Asari? ¿Qué hacéis aquí, gritando tanto? —parpadeó y desvió su mirada hacía la derecha. Lampo les observaba, con una ceja arqueada y los manos en los bolsillos.

—Ah… nada… sólo discutiam…

—No te interesa. ¿No deberías estar cuidando de tu guardián? —replicó el pelirrojo, dedicándole una mirada al guardián del rayo que Asari no supo interpretar. Iba a decir algo pero Lampo simplemente se encogió de hombros y se fue, volviendo a dejarles asolas. ¿Por qué todo el mundo tenía esa fea manía de dejarle con la palabra en la boca?

—No tenías por qué ser tan brusco con Lampo —un gruñido. Esa fue la respuesta que le dio G a su regaño.

—Si tenía.

—Pues podrías explicarme la razón —y de repente silencio, y de repente sintió como G le cogía del brazo y le atraía de golpe para finalmente estamparle contra la pared—. ¿G…?

—Eres demasiado cercano a él —murmuró, con el rostro casi pegado al suyo (demasiadocerca). Le temblaron las piernas cuando sus alientos chocaron y finalmente sintió los labios de Archery cubrir los suyos—. En nuestra próxima vida no voy a dejarte escapar.

Y se esfumó, de la misma manera que un fantasma (aunque técnicamente lo era). Y Asari se quedó allí, plantado, ruborizado y más confuso que un Pokémon que se acaba de enfrentar con un Zubat o un Golbat.

Fin.

-Lol- Esto fue raro, pero lo tenía parado desde hace tiempo y aquí está el final. Se verán en una próxima vida 8D -a.k.a, un nuevo fic xP-

¡No son celos!

Titulo: ¡No son celos!

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen lo hacen a Hidekaz Himaruya, yo hago esto por diversión y sin fines de lucro.

Personajes/Parejas: FrSp.

Advertencias: Dada la situación del fandom; crack.

Presumen: Molesto, es realmente molesto. Los cuchicheos, las miradas cómplices y las risitas estúpidas del francés.

Música: Hatsune Miku – World is mine

Molesto, es realmente molesto. Los cuchicheos, las miradas cómplices y las risitas estúpidas del francés. Da golpecitos en la mesa, con los dedos, formando una especie de traqueteo constante, cosa que le relaja. Aunque por la mirada que Inglaterra le está mandando es obvio que a él no. Le da igual, no piensa parar aunque por ello fastidie al resto de países de la “Unión Europea”

Unión Europea… ¡JÁ! ¡Y una mierda! ¡Es una jodida unión franco-alemana! Muerde con fuerza el tapón de su bolígrafo. Enfadado, molesto, cabreado y un montón de sinónimos que pueden describir perfectamente el estado en el que se encuentra el español en ese momento. Y es que quiere patear ese GORDO trasero francés hasta que la suela de su zapato se quede grabada en él. ¿Realmente cree que no se da cuenta de la estúpida treta que está usando? ¡Es tan obvio que hasta resulta insultante! Suspira y se frota las sienes, tratando de calmarse.

No quiere hacer una escenita. Así que respira hondo y deja que la reunión siga su curso sin desclavar sus ojos del color de las aceitunas de la figura afeminada de Francis. No le presta ninguna atención a Ludwig. Como si no supiera ya lo que iba a decir. Recortes, recortes, recortes. Hay que bajar la deuda como sea y esas cosas que empezaban a quemarle como a cualquier otro país. Al menos podía dar las gracias de no estar como el pobre Heracles. Se muerde el labio inferior y se pregunta si en el caso de acabar como él, Francis tendrá los huevos suficientes de dejarle tirado.

Niega y espera con la poca paciencia que le queda a que termine la reunión. De vez en cuando nota una patada en su pierna, ya que no ha dejado (ni piensa dejar) de traquetear con los dedos, por parte del inglés y de vez en cuando se la devuelve (tratan de golpearse las espinillas, por supuesto). Cuando terminan la reunión tanto él como Arthur tienen que hacer acopio de toda su fuerza para no tambalearse (la última tanda de patadas había sido especialmente bestia).

Mon amour, menuda cara de perro llevas, ¿has tenido algún accidente o algo así? —la empalagosa voz de Francis resuena en su oído (demasiadocerca). Gruñe y trata de quitárselo de encima pero es como si intentase arrancarse su propia piel. Resulta una misión imposible.

—¡Francis, suelta! —termina exclamando, tirándole pellizcos en las manos cada vez que las mete donde no debe.

—No me hables como si fuera un perro —se queja el francés para luego quedarse pensativo—. Aunque no me molestaría lamerte.

Un espectáculo. Están formando un espectáculo y el quería evitar justamente eso. Masculla bastantes insultos en español y le arrastra hacia algún cuarto donde pueda zurrarle sin la atenta mirada de los demás países sobre su persona. Cierra la puerta al entrar y al instante nota como el francés se le echa encima.

—Ah… así que quieres ser lamido, ¿eh, Espagne? —y Antonio no sabe si es el tono o el hecho de que Francis está tocando donde no debe (otravez) pero su sangre hierve y da el primer golpe. Un codazo, directo a las costillas. Y sonríe, sonríe porque eso se ha sentido realmente bien, mejor que bien. Ha sido liberador. Lástima que el francés no pueda estarse quieto y acabe devolviéndole el golpe. Y es entonces cuando la pelea comienza.

Mordiscos, patadas, arañazos, puñetazos. Sienten cada hueso de su cuerpo crujir con cada golpe (incluso huesos que no sabían ni que estaban allí).

—¡Antonio! ¡Para! —reclama Francia pero el mencionado le ignora, coge una caja y la tira contra el contrario que tiene que agacharse para que dicho elemento no se estampe contra su cabeza—. ¿¡Es que se te ha caído el último tornillo que te quedaba!?

—¡Cierra la bocaza maldito amante de tres al cuarto! —exclama España, a sabiendas de que aquello sería un golpe bajo para el francés y que la pelea se volvería más agresiva. Pero no llega a ocurrir ya que la caja que había tirado y Francis esquivado, acaba dando en una de las patas de una de las estanterías que hay allí. ¿Resultado? La estantería y un montón de escombros sobre sus cuerpos. Francis es el primero en quejarse, como siempre, diciendo algo sobre su pelo que Antonio no alcanza a escuchar ya que está demasiado ocupado en asegurarse de que no se ha roto nada.

Espagne… —murmura una vez consiguen salir (no sin dificultades) de ese atolladero—. ¿Estás bien?

Se miran a los ojos y Antonio no sabe si es por el aspecto tan sucio que tiene Francia en esos momentos, o por su tono de voz de verdadera preocupación o por lo estúpido que se siente pero de repente y sin venir a cuenta empieza a reír, a reír como no lo ha hecho nunca y debe ser una risa contagiosa o algo porque Francis también empieza a hacerlo. Nota los brazos del rubio envolverle pero ya no le importa. Realmente siente que se ha portado como un niño pequeño pero es que el francés a veces consigue sacar lo peor de él.

—Ah, mi querido Espagne, te he dicho muchas veces que los celos no son bue… gnos —no es capaz de pronunciar la última palabra ya que el castaño ha empezado a tirar de sus mofletes bien fuerte pero sin embargo, no se escapa de los brazos del francés.

—Te lo he dicho muchas veces, gabacho. No son celos —y Antonio simplemente sonríe.

Fin.

Es raro, lo sé, así que no me mates Miru -lol- Ya sabes, te lo dedico (????) -huye rodando-.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Donde hubo fuego, cenizas quedan (2).

Titulo: Donde hubo fuego, cenizas quedan.

Disclaimer: Sengoku Basara no me pertenece, lo hace a Capcom —ascodecompañiacofcof— yo hago esto sin animo de lucro y esas cosas.

Personajes/Parejas: Ieasyu/Masamune. Insinuación de Motochika/Masamune, de Magoichi/Keiji y de Kojuro/Masamune.

Advertencias: Crack. Se podría tomar como continuación de “Un último suspiro” pero se entiende sin haberlo leído.

Resumen: Aunque naciera otras cinco veces, aunque viviera en cinco lugares diferentes y tuviera cinco vidas distintas volvería a enamorarse de la misma persona.

Música: Breaking Benjamin - Dear Agony

2. De historias que se repiten.

Ieyasu Tokugawa solía ser una persona optimista, amable y simpática siempre y cuando el tema central de sus pensamientos no girara en torno a él. Y quizá si salud no fuera tan voluble y precaria hubiera tenido más confianza en si mismo. Pero no había sido así. Su vida siempre había estado condicionada por su salud. Incluso en esos momentos, cuando su salud tenía una ligera mejoría, seguía influyendo negativamente en él. Y sin embargo, esa no era la razón por la cual se había encerrado en su casa. Evitando cualquier contacto humano, incluso el de Masamune. Aunque tampoco es que hubiera tenido mucho contacto con él incluso si lo intentaba (Date tenía un torneo de kendo y debía entrenar).

Pero volviendo al tema de su confinamiento voluntario. La razón, las causas de que se encontrará tirado en su cuarto, con los cascos puestos (la música con el volumen subido del todo) y la capucha de la chaqueta que siempre solía usar cubriendo su rostro no habían sido otras que una serie de catastróficas desdichas. La primera de todas fue la declaración de Motochika acerca del enamoramiento que sufría Masamune por alguien. Por supuesto, para Ieyasu, las probabilidades de que dicha persona fuera él se reducían a un 0’001% y sí, estaba siendo optimista. De todas formas, siempre supo que Date se enamoraría tarde o temprano por lo que terminó aceptándolo, a regañadientes, mientras su corazón se retorcía de dolor.

No se permitió así mismo dejar que se transluciera su estado de animo ni volver a llorar delante de alguien.

La segunda desdicha ocurrió unos días después de las palabras de Chosokabe. Vino de improvisto, sin avisar y desgarró parte de su alma, con saña. Masamune se mudaba. Se lo dijo él, después de ir a ver como estaba por su resfriado. Había sido una visita inusitadamente silenciosa. Masamune había estado tenso y él también. A veces, las preguntas habían acosado su mente como pequeñas torturadoras. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién? ¿Por qué esa persona y no yo? Preguntas silenciosas que nunca se atrevería a pronunciar en voz alto y por último, la bomba. Fue como si el tiempo se detuviese justo al escuchar la sentencia del mayor. Una parte de él murió en silencio al pensar que nunca más vería la silueta del castaño cuando se asomase por la ventana.

Fingió estar bien, entenderlo y hasta que el mayor no se fue no se permitió derrumbarse. No lloró.

Se lo había prometido así mismo.

La tercera catástrofe ocurrió durante la noche, una semana después de que Masamune les informará que se iba a mudar. Motochika había tratado de animarle de varias maneras, es más, le llamaba por las noches para hablar con él. Aquella noche se había sentido extrañamente animado así que había seguido las bromas del anciano. No recordaba como surgió el tema, ¡maldita sea! ¡Ni siquiera quería recordar la conversación! Pero lo hacía. No podía evitarlo. Motochika había sugerido que Masamune era el pasivo en una relación y por una desgraciada treta, el destino quiso que la lógica de Ieyasu funcionara por una vez en su vida y le preguntara al mayor como sabía eso. Quizá fue por el tono de su pregunta pero se le encogió el estomago al recibir al silencio como respuesta.

Te acostaste con Masamune.

Fue hace tiempo, Ieyasu. Nada importante. Además…

No continuó escuchándole. Había esperado una negativa, que lo negará. No que lo reconociera. Se había aferrado a esa estúpida idea. No quiso continuar la conversación. Cortó la llamada y apagó el móvil, pasando a sujetar en silencio aquel cacharro con su entumecida mano derecha. Arcadas. Sintió arcadas cuando la imagen de Chosokabe encima de Masamune se deslizó, como si de una nítida fotografía se tratara, hasta colarse en su mente. Se había sentido tan patético. No tenía ningún derecho a reclamarle nada a ninguno de los dos y sin embargo, su estomago se retorcía, llevándole la contraria, sintiéndose traicionado, sintiéndose más cansado que nunca, ¿cuántas cosas más desconocía?

Siempre pensó que al menos no tendría que ver a Date con Motochika, con uno de sus mejores amigos. Pero en ese momento le corroyeron las dudas. ¿Y si era del anciano de quien se había enamorado Date? Siempre le molestó el hecho de que Motochika fuera tan libertino de una u otra manera. ¿Habían llegado a ser pareja? No… aunque no fuera serio, de eso se habrían enterado… ¿verdad? Ya no estaba seguro de absolutamente nada. Por otro lado, en el fondo, nunca había esperado que Masamune fuera aún… virgen. Y a pesar de todo eso, le sobrecogía el hecho de que supiera tan poco de él, a pesar de que fueran amigos desde la infancia, a pesar de que él siempre le había contado casi todo (sus sentimientos era algo que guardaba celosamente) al mayor aquella confianza no era correspondida.

Y al final, no pudo evitar preguntarse si Masamune de verdad le consideraba un amigo.

Y también, a pesar de todo eso, había decidido quedar con Magoichi para ayudarla a elegir el regalo de cumpleaños de Date. ¿Él? Ya no sabía si era adecuado que fuese o, por el contrario, si debía continuar alejándose para tratar de conseguir salvar lo poco que quedaba de su corazón. Miró la hora, aún faltaba tiempo para que Saica llegara pero iba siendo hora de que empezará a arreglarse así que eso hizo. Se duchó, se cambió de ropa (manteniendo una chaqueta con capucha) y cogió su mp3 por si tenía que esperar demasiado tiempo. Gracias a Dios, la pelirroja fue puntual. Resultaba curioso que una persona tan seria fuera amiga de Motochika y curiosamente, la mejor amiga de Ieyasu.

Siendo la mujer, la persona a quien siempre acudía si se peleaba con los otros dos o cuando no podía contar con ellos. Se podría decir que en esos instantes, Saica era lo único que le quedaba. Además, ella era quien le había sugerido alejarse para tratar que el dolor mermara.

No tardaremos mucho. Tengo que terminar un trabajo para la Universidad así que nos daremos prisa tan directa como siempre. Ieyasu asintió a sus palabras, cerrando la puerta con llave y procediendo a seguir a la muchacha. Dejó que Magoichi hablará, que le distrajera con sus historias sobre la facultad de medicina. En cierto modo, era curiosa e interesante y conseguía que por unos breves instantes no existiera nada de lo que temer. Era ese tipo de personas tan segura de si mismas que parecía que podían lograr cualquier cosa con solo chasquear los dedos. Lastimosamente para él, cuando llegaron al centro comercial tuvieron un encuentro algo desagradable. Motochika también estaba comprando. Por suerte, no llegó a ver a ninguno de los dos ya que en cuanto Saica vio su cabellera blanca, frunció los labios y arrastró a Ieyasu en cualquier otra dirección.

Tienes una suerte de mierda, Ieyasu. Pero en cierto modo es normal, vives rodeado de tuertos murmuró la mujer, visiblemente molesta. Siempre hace lo mismo, ¿sabes? No ha cambiado en absoluto desde que le conozco.

¿Qué quieres decir? preguntó Ieyasu.

Motochika respondió con simpleza. Digamos que me pasó algo parecido a lo tuyo…

Saica… Ieyasu suspiró. Puedes contármelo sin rodeos, si quieres. No es justo que sea yo el único que te da la tabarra con mis problemas —la mencionada le miró en silencio.

—Antes… hace un par de años yo… estuve enamorada de un chico —la pelirroja se sentó en uno de los banquitos que había por todo el centro comercial, en uno especialmente apartado y esperó a que Ieyasu hiciera lo mismo—. Me gustaba, mucho. Diría que fue la primera vez que me enamore de verdad —guardó silencio—. Motochika no sabía nada de esto por supuesto. Éramos amigos los tres y yo nunca me he sentido cómoda hablando de mis sentimientos —se frotó el cabello, nerviosa.

—¿Y entonces que pasó? —Magoichi frunció los labios, melancólica.

—Se acostaron —cerró los ojos—. Y ya sabes como es Motochika. Incapaz de tener una relación larga. Al día siguiente ya estaba flirteando con otras personas y Keiji… bueno, él estaba enamorado de Motochika así que imagínatelo. Toda nuestra amistad se fue por las tuberías —apretó las manos—. Fue estúpido odiar a Motochika en aquel tiempo pero lo hice y seguiré guardándole rencor por aquello del mismo modo que me odio cuando lo recuerdo.

—Magoichi… —los labios de Ieyasu fueron sellados por el dedo índice de la chica.

—Cada vez que veía a Keiji… Era horrible. Como si un maldito cartel de neon apareciera en su cabeza y con letras luminosas me dijera: “Hey, Motochika estuvo aquí” Traté de animarle y… cada vez que me mostraba algo de cariño me sentía como el maldito segundo plato, como si ese imbécil me hubiera tirado a la cara las sobras de todo lo que cogió —se frotó las sienes y dejó caer los hombros ante la mirada silenciosa del menor.

—No debió ser agradable.

—No lo fue. Odié a Keiji, odié a Motochika y me odié a mi misma —se acomodó el cabello—. Luego me di cuenta de que era una estupidez odiar a esos dos palurdos por algo de lo que no tenían la culpa y simplemente me odie a mi misma —fijó la mirada en un punto lejano e invisible—. Sin embargo, nada volvió a ser como antes y me costó mucho dejar de odiarles… y aún así sigo guardándole algo de rencor —sonrió, resignada—. Es bastante imprudente enamorarse de alguien teniendo a ese anciano de mejor amigo. Nunca sabes cuando pueden dejarte tirada porque le encuentran más atractivo.

—Eres una mujer atractiva… —Ieyasu se ruborizó por el comentario—. Digo, si el chico es hetero no tendría porque fijarse en Motochika antes que en ti —Saica rió, rió como no lo hacía en mucho tiempo, apoyandose un poco en el menor.

—¡Oh, vamos! Motochika vuelve homosexuales hasta a los hetero —replicó, sonriendo burlona para finalmente, revolver el cabello del joven Tokugawa—. No te digo que dejes de odiar a Motochika. Sólo... date tiempo para que tu corazón entienda lo que tu cabeza le grita. Ahora, tengo un regalo que comprar, sólo tengamos cuidado de que no nos vea el anciano. Así que vamos.

Ieyasu asintió lentamente y se levantó del banco junto a la mujer. Miraron tiendas, precios y objetos, cada cual más raro. Después de un largo rato sin llegar a decidirse, por fin encontraron algo que suponían le gustaría a Masamune. Y si no le gustaba que se jodiera. Magoichi estaba hasta las narices de mirar tiendas. Ieyasu la miró de reojo y asintió a su propuesta de sentarse un rato cosa que al final resultó algo así como una misión imposible ya que con el pasar de las horas el centro comercial se había ido llenando cada vez más y más.

—Oye, Ieyasu… ¿ese no es Masamune? —la pregunta tomó por sorpresa al mencionado y no tardó en dirigir su mirada al lugar que apuntaba con su dedo índice la pelirroja. Y efectivamente, allí estaba. Acompañado por Kojuro y, en opinión de Ieyasu, demasiado cerca de él. Se les quedó mirando en silencio, notando una sensación extraña que se iba acentuando a cada segundo en la boca del estomago—. Van muy mojados. Demonios, debe haberse puesto a llover mien…

Se calló de golpe, silencio, absoluto silencio mientras contemplaba boquiabierta como Katakura tiraba del brazo de Date y le besaba. Cuando se le pasó la impresión cayó en la cuenta de algo. Ieyasu. Miró a su alrededor y finalmente, al darse cuenta de que no estaba allí, se le retorció el estomago por la preocupación.

—Ieyasu…

***

No supo en que momento exacto empezó a correr. Tampoco tenía muy claro hacia donde se dirigía y si de verdad había tropezado con Motochika o había sido producto de su imaginación. Sólo era consciente de que tenía que correr. Alejarse cuanto antes de aquella escena, de aquel dolor sordo que martilleaba su pecho y le impedía oír algo que no fuera el bombeo de su corazón roto. Motochika, Kojuro, daba igual el nombre ya. Sólo sabía que tenía la certeza de que Masamune estaba con otra persona. Jadeó ante el pensamiento y terminó estornudando al notar como las gotas del agua de la lluvia caían con fuerza sobre su cabeza y sobre el resto de su cuerpo. Se apoyó en el poste que señalaba con sus luces cuando pasaban los peatones o los coches y se frotó los ojos con fuerza, queriendo asegurarse de que ni una sola lágrima se deslizaba por donde no debía.

No lo vio, ni escuchó a tiempo.

—¡¡Sakura!! —escuchó el grito de una mujer (¿una madre?).

—¡¡¡Ieyasu!!! —parpadeó y miró hacia atrás, el lugar desde el que provenía la asustada voz de Motochika.

Dicen que uno tiene que conducir despacio cuando llueve porque de lo contrario podrías perder el control del coche. Ieyasu aprendió eso de mala manera cuando al contemplar la mirada asustada del anciano giró su rostro en la dirección que todos parecían contemplar horrorizados. Quizá si la impresión no hubiera sido tan fuerte podría haber intentado esquivarlo, quizá si no se hubiera agachado para cubrir el cuerpo de la pequeña niña que se encontraba a su lado, la cual estaba tan inmóvil como él unos segundos antes, podría haberlo intentado.

Sintió como el impacto arrollaba con su cuerpo. Escuchó los cristales romperse, el frenazo, los golpes que su propio cuerpo experimento, los gritos de desconocidos entremezclándose con el de Motochika.

Y al final no sintió ni escuchó nada más.

sábado, 24 de marzo de 2012

Donde hubo fuego, cenizas quedan.

Titulo: Donde hubo fuego, cenizas quedan.

Disclaimer: Sengoku Basara no me pertenece, lo hace a Capcom —ascodecompañiacofcof— yo hago esto sin animo de lucro y esas cosas.

Personajes/Parejas: Ieasyu/Masamune. Insinuación de Motochika/Ieyasu.

Advertencias: Crack. Se podría tomar como continuación de “Un último suspiro” pero se entiende sin haberlo leído.

Resumen: Aunque naciera otras cinco veces, aunque viviera en cinco lugares diferentes y tuviera cinco vidas distintas volvería a enamorarse de la misma persona.

Música: Infinite - Before the Dawn

1. De historias que no terminan.

Ansioso. Del latín anxiōsus. Dícese de una persona que está acompañada de ansias o congojas grandes. Sí, es la mejor palabra que puede describir el estado en el que se encuentra Ieyasu. Incluso se ha tomado una tila. Siempre lo hace cuando queda él. Es desagradable. Llevan años siendo vecinos y es ahora cuando los nervios le carcomen por dentro y quiere arrancarse las entrañas para que dejen de retorcerse en contra de su voluntad. Se frota los ojos y espera, con la única compañía del tic tac del reloj, a que Masamune llegue a su casa para irse con él y los demás a dar una vuelta por el centro.

Cierto, los demás, por eso se siente tan patético. Porque no ha quedado sólo con Masamune, no es una cita. Sólo es una salida de amigos como cualquier otra que hayan hecho en el pasado. Se encoge un poco sobre si mismo. Hace frío. Su madre le dijo que cogiera una bufanda antes de irse a trabajar. Decide hacerle caso y coge una, en realidad está algo resfriado y no debería salir pero realmente quiere estar con el castaño. Desde que Date comenzó la Universidad apenas ha tenido tiempo de verle. Apenas ha tenido tiempo de ver a ninguno de sus amigos. Supone que aquella es la desventaja de ser el menor del grupo.

Estornuda y se frota la nariz para después liarse la bufanda por el cuello y taparse un poco ésta. Ser el más pequeño tiene también otro tipo de desventajas. Bastantes en realidad. Exámenes que no coinciden, fiestas a las que no debe ir (tampoco es como si le matasen de amor pero Masamune iba de vez en cuando), gente que conocen ellos y él no… Eso le recuerda que Date va a ir después de su quedada con sus nuevos amigos. Si no recuerda mal se llamaban Kojuro y Yukimura. Agacha levemente la mirada. Se siente cada vez más idiota. Aún recuerda cuando la familia de Date se mudó y se convirtieron en sus vecinos.

Por aquella época había sido un niño bastante enfermizo por lo que no tenía muchos amigos, por no decir ninguno. Así que trató de conseguir por todos los medios que Masamune le hiciera un poco de caso a pesar de que éste le ignorara en casi todas las ocasiones. No quería sentirse solo. Sigue sin querer sentirse así pero no es idiota aunque a veces se sienta así. Tiene claro que es difícil mantener los lazos que han formado siempre iguales. Sabe que se moldearan, se transformarán e incluso pueden llegar a romperse.

Porque está claro que Masamune tarde o temprano se enamorará y la sola idea le hace sentirse pequeño e insignificante. Y le dan ganas de llorar y se siente aún más patético si es posible. Se frota los ojos con fuerza y mira la hora. Date debe estar a punto de llegar. Lo último que le apetece es que le encuentre todo lloroso y moqueando. Suspira y trata de animarse un poco, diciéndose que esos sentimientos no duraran para siempre. Repitiéndose que no va a arriesgar el lazo de amistad que ha conseguido formar con el castaño por algo tan cambiante como el amor.

Lazos. Le ha costado tanto conseguir y preservar los que tiene que no quiere arriesgarlos. Porque, aunque Date se decidiera a darle una oportunidad si las cosas salieran mal nada volvería a ser como antes. Le aterra. Se sobresalta un poco al oír como llaman al timbre y tiene que controlar el impulso de ir corriendo a abrirle. Traga saliva y sale, cogiendo todo lo que va a llevar (las llaves y la cartera) y abre la puerta. Masamune no lleva bufanda e Ieyasu suspira. Si se pone malo será culpa suya y aún así no puede evitar preocuparse (y aún así no dice nada).

—Has tardado —murmura el menor con la voz algo distorsionada por tener la bufanda tapando su boca. Masamune bufa y le da la espalda, empezando a andar. Ieyasu cierra la puerta rápido y da unas cuantas zancadas para poder ponerse a su alcance.

—Kojuro me entretuvo al teléfono —da como única explicación. Tokugawa asiente y esconde un poco más el rostro tras la bufanda. Kojuro le parece una buena persona (y Yukimura también) y sin embargo, es incapaz de evitar que las entrañas vuelvan a retorcérsele como si fueran serpientes cada vez que los menciona. Se siente celoso. Porque ellos consiguieron en poco tiempo lo que a él le costó Dios y ayuda. Y a veces les ha visto juntos y Date parecía estar disfrutando de su compañía. Haciendo gestos que nunca había tenido para con él. Es doloroso pensar que el mayor sólo está a su lado por pena.

Alguna vez ha resultado lo suficientemente insoportable como para encerrarse en su cuarto para que nadie le viese. Tampoco es muy difícil que nadie le viese. Su madre siempre está trabajando y su padre…

Él no tiene padre.

Mira a Masamune en silencio mientras caminan. A veces se pregunta si no habrá alguien ya que ocupe el corazón del mayor. Nunca hablan de esos temas. Temas de parejas. Sólo salen cuando Motochika está con ellos y generalmente suele girar en torno a las parejas del mencionado. Nunca las de ellos dos. Por ello desconoce si el castaño ha salido alguna vez con alguien. Por su parte… bueno… él nunca he tenido pareja de ningún tipo.

El silencio de pura indiferencia del mayor le está agobiando. Quiere hablar de cualquier cosa, de lo que sea. Así que busca cualquier tema de conversación que pueda interesarle a Date.

No llega a abrir la boca ya que siente como alguien tira de su bufanda, arrastrándole hacia atrás y casi ahogándole. Suelta un quejido cuando nota los labios calientes de alguien ponerse sobre su cuello y… ¿chupar? Trata de golpear a su atacante y casi le da un ataque al ver el rostro burlón de Chosokabe apoyado en su hombro.

—¿¡Estás loco!? —explota el menor. No está de humor para ese tipo de bromas—. ¡Casi me da un infarto! —reprocha, llevándose una mano al corazón.

—Es divertido hacerte este tipo de cosas. Siempre acabas ruborizándote —explica el anciano (así es como le acaba llamando siempre que se mete con él). Entonces cae en la cuenta, chupar, le había chupado, en el cuello la zona donde se hacían los… Se puso blanco.

—¡Motochika! —exclamó, llevándose la mano allí donde el otro ha puesto los labios. ¡Le ha hecho un jodido chupetón! ¿¡Como le explica eso a su madre!? Y sin embargo, lo único que consigue es que Chosokabe estalle en carcajadas.

—Vamos, vamos —siente como el brazo de Motochika le rodea el cuello y tira de él, poniéndole al mismo nivel que llevaba Masamune. No se había dado cuenta de que había estado andando detrás de él… Realmente odia las metáforas que a veces le pasan por la cabeza—. ¿A que viene esa cara, Masamune? Cualquiera diría que has visto a tus padres follar.

—Cierra la boca, Motochika —replica el castaño. Ieyasu se encoge un poco sobre si mismo. Date parece enfadado. Ocurre algunas veces, generalmente cuando están solos con el anciano. De repente Masamune acaba enfadado por alguna razón que no termina de comprender. En un principio pensó que era porque le gustaba Motochika. Pero nunca parecía celoso cuando hablaban de sus novias y novios, es más, generalmente le seguía el juego. Él no podría hablar tan tranquilo con el mayor sobre las relaciones de éste. Desvía levemente el rostro, de repente se siente terriblemente cansado y termina estornudando un poco.

—¿Oh? ¿Nuestro pequeño está resfriado? —siente su mano sobre su cabello, revolviéndolo y quizá sea por la fiebre pero acaba levemente ruborizado.

—Si estás resfriado deberías volver a casa —espeta Masamune, parándose de repente para mirarle—. Le diré a los demás que te encuentras enfermo.

—¡P-pero....! —trata de quejarse pero es incapaz ya que Motochika tira levemente de él.

—Vamos, te acompañaré a casa —mira a Date—. Dile a los demás que ahora os alcanzo.

Masamune asiente y les da la espalda. Nuevamente parece molesto pero es incapaz de decir algo así que simplemente agacha la cabeza. Es inútil intentarlo ya. Le ve alejarse en silencio y esconde el rostro algo más tras la bufanda. Se siente tan impotente que quiere llorar. Vuelve a notar la mano de Motochika sobre su cabello, sin embargo, está vez no se lo revuelve, simplemente lo acaricia con suavidad y algo de… ¿cariño?

—¿No vas a decírselo nunca? —pregunta y Tokugawa niega—. Venga… te llevaré a casa antes de que te pongas peor.

A Ieyasu no le importa ponerse peor. Sólo quiere estar con todos otra vez, como en los viejos tiempos pero está claro que esos tiempos no van a volver. Si sus sentimientos han tomado aquel rumbo, ¿por qué el de los demás no iba a tomar otro diferente? Cierra los ojos y supone que Date está más cómodo con sus nuevos amigos que con él. Camina en silencio mientras Chosokabe le habla de cualquier cosa a la que no le presta atención. Demasiado concentrado en su propio mundo. En sus propios sentimientos.

A veces cree que puede llegar a odiarse por todo aquello.

No se da cuenta de que ya han llegado a su casa hasta que el mayor le mueve el hombro con suavidad. Se miran unos instantes e Ieyasu vuelve a desviar la mirada, avergonzado. Ha estado ignorando a Motochika todo el camino. No es justo para él. Se supone que también son amigos, es más, el de cabellos canos siempre ha estado ahí para él e incluso ha ido a verle cuando Masamune había puesto alguna excusa para no quedar. Realmente ha sido un apoyo importante para él y… quiere agradecérselo. Se frota el cabello, nervioso y asiente, decidido.

—Gracias por acompañarme, Motochika —le dice y por enésima vez en aquel día, estornuda—. Ah… ¿quieres pasar y tomar algo? —puede invitarle a algo de comer o beber. Sabe que es algo cutre para compensar todos los dolores de cabeza que le está provocando al mayor pero realmente quiere hacerle saber de alguna manera que aprecia su compañía. Sin embargo, al poco de haberlo dicho recuerda que Chosokabe ha quedado también con los demás y que debería irse ya para alcanzarles. Se disculpa por haberlo olvidado y le dice que ya se verán y a pesar de eso, Motochika no se mueve de su posición.

Ieyasu empieza a ponerse nervioso por la mirada fija que tiene el mayor sobre él. Realmente detesta no entender que es lo que pasa por la mente de sus amigos últimamente—. Ieyasu —comienza el mayor—. Masamune está enamorado de alguien —espeta, brusco, sin tacto. Y, en cierto modo, es un alivio que no siga hablando. Ya que no podría haber seguido escuchando. Bastante tiene con el sonido de su corazón resquebrajarse y romperse en mil pedazos. Cierra los ojos y trata por todos los medios que no se note lo decepcionado que se siente. Que su corazón no se está retorciendo de dolor.

—Ah… s-seguro que la otra persona le corresponde —murmura casi sin voz—. Masamune es muy popular… siempre lo ha sido —las preguntas sobre la identidad de dicha persona se agolpan en su cabeza y le dejan aturdido. En realidad no quiere saberlo, no necesita saberlo. Porque no podrá evitar compararse y en eso siempre sale perdiendo. Se queda quieto cuando Motochika le besa la frente y retira un par de gotas de lluvia de entre sus parpados (porque no, no está llorando, es lluvia, tiene que ser eso porque sino lo es será incapaz de volver a mirar a Motochika a la cara).

—Entra en casa, está empezando a hacer mucho frío y yo estoy llegando tarde —le aconseja el mayor e Ieyasu como si fuera un buen chico, obedece y entra en su hogar. Se quita la bufanda y se cubre la cara con la capucha que siempre lleva. Sube a su habitación, coge los cascos y enciende la música, deslizándose dentro de la cama mientras los tres nos retumban en su mente. No pensar, no llorar, no sentir.

Pero las cosas nunca son tan fáciles.

Continuara.

viernes, 23 de marzo de 2012

Un último suspiro.

Titulo: Un último suspiro.

Disclaimer: Sengoku Basara no me pertenece, lo hace a Capcom —ascodecompañiacofcof— yo hago esto sin animo de lucro y esas cosas.

Personajes/Parejas: Ieasyu/Masamune.

Advertencias: Tragedia. Muerte de un personaje. ¿Crack?

Resumen: Sabía que tarde o temprano moriría. Aún así, nunca imaginó que su tumba no sería el campo de batalla.

Música: Daughtry – Call your name

Sabía que tarde o temprano moriría. Al fin y al cabo ese era el ciclo de la vida, ¿no? Del polvo venimos y al polvo volveremos o algo así. La verdad era que nunca había prestado demasiada atención a los profesores que le había impuesto su padre cuando era más joven. Aún así, siempre había pensado que moriría en el campo de batalla. Había vivido tantas guerras que ya no tenía ninguna esperanza de llegar a viejo. Notó como el sabor metálico de la sangre inundaba su boca. Tosió, manchando con la sangre que surgía de su boca el brillante filo de la katana que atravesaba su pecho.

—Kojuro… —susurró en un quejido mientras su asesino deslizaba fuera de su cuerpo aquel instrumento cuya única función era la de arrebatar vidas. Su pecho ardía, sus fuerzas se perdían junto a la sangre que se escapa de su cuerpo, manchando el tatami de un intenso color escarlata. Le miró en silencio, con la confusión dibujada en sus facciones. Le costaba seguir manteniéndose en pie ahora que el metal no le sostenía. Finalmente, se dejó caer de rodillas, sujetando su herido pecho con una mano, sin apartar los ojos de la figura que se alejaba y salía de la habitación sin responder sus preguntas.

Volvió a toser. Dolía. Dolían tantas cosas que no sabía por donde empezar. Contempló la katana que el espadachín había tirado delante de él. La reconocía. Claro que la reconocía. Habían sido muchos años viendo aquella espada. La inscripción en ella. No lo entendía, ¿por qué dejaba algo así allí? ¿Quería ser reconocido como el autor de su muerte? Trató de detener nuevamente la tos sin ningún resultado, la sangre surgía de su boca y cada vez le costaba más respirar. Su brazo tembló y terminó cayendo de bruces sobre el tatami, manchándose con su propia sangre. El olor ésta resultaba intenso desde aquella posición.

Su mente se encontraba turbada. Tantos pensamientos arremolinándose en su cabeza. Tantas preguntas sin respuestas y, sin embargo, podía hacerse una idea de que había llevado al ojo derecho del dragón tuerto a hacer aquello. Resultaba irónico, nunca había pensado que tuviera una oportunidad con él. Incluso él, que parecía ser el optimismo personificado tenía dudas y temores. Y el hecho de que Masamune nunca hubiera dejado entrever que sintiera algo más que alguna extraña clase de afecto por él no habían propiciado a que sus temores desaparecieran.

¿Tan obvio había sido que hasta Kojuro se había dado cuenta de lo que sentía por el Dokuganryū? ¿Eran esos sentimientos la razón por la cual Katakura había decidido que era un estorbo? Estuvo apunto de reír por aquello. ¿Era aquello a lo que quería dedicarle sus últimos minutos de vida? ¿A debatirse si el castaño le había considerado una amenaza que podría haberse colado en el corazón de Date si hubiera tenido algo más de tiempo? Quiso llorar por lo patético del pensamiento, ¿por qué quería aferrarse con tanto desespero a la idea de que Masamune hubiera podido llegar a quererle de la misma forma que le quería él?

Cerró los ojos, empezaba a sentirse demasiado débil. Quizá debía dedicarle un último pensamiento a sus hombres y a la gente que le apreciaba en vez de dejarse llevar por sentimientos no correspondidos y paranoias no probadas. Escuchó pisadas alteradas, algo que parecían ser gritos y la puerta de aquella habitación abrirse de golpe. Abrió los ojos y trató de enfocar su mirada, borrosa, sobre la figura que entraba (bastante alterada, al parecer) en la habitación. Más gritos y de repente unos brazos le sujetaron con fuerza, tratando de taponar la herida que lentamente le mataba. Apoyó su mano ensangrentada en el pecho de aquel hombre.

—Ah… ¿quién…? —parpadeó y entonces contempló que la figura que le sujetaba totalmente alterado era Masamune. Trató de sonreírle un poco pero un nuevo ataque de tos le sacudió con fuerza. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuánto más iba a seguir esa tortura? Realmente era doloroso notar la sangre deslizarse fuera de si, sus músculos fallar. Alzó el brazo con dificultad y acarició la mejilla del Dokuganryū con cuidado y algo de cariño—. Parece que no veré… —jadeó levemente—, el final de está guerra —terminó con dificultad.

—Deja de decir gilipolleces, Ieyasu. Vas a ponerte bien y me asegurare de castigar esto —le escuchó decir. Parpadeó, sintiéndose cada vez más mareado, más aturdido. Negó como pudo.

—Masamune… —susurró, llamándole débilmente. Su respiración haciéndose cada vez más lenta, más pausada—. Ah… —le acercó como pudo y deslizó un dedo por su parche—. Siento todos los problemas que te he causado —le dijo, acercando su rostro al de Date, su aliento, que iba perdiendo el calor, contra el del contrario—. Te quiero —murmuró con suavidad, acabando por otorgarle un breve beso que le supo a sangre y sal. Cerró los ojos por última vez, cayendo su cuerpo inerte entre los brazos del dragón tuerto.

No es que hubiera pensado mucho en decirle aquellas palabras, realmente en lo último que había pensado en declararse pero… había sido una necesidad, su última necesidad. Quitarse aquel peso de encima antes de adentrarse en el otro mundo. Antes de dar su último suspiro.

Fin.