Y. Sin remordimientos.
—¡Deja de joder, Lampo! ¡Te he hecho una pregunta! —el casi rugido de G provocó que el resto de guardianes pusieran su atención sobre ellos.
—Eres tú el que no para de joder, Archery —replicó el primer guardián del rayo, tirado en un sofá mientras miraba de reojo al mencionado, con su usual expresión aburrida—. Si no te lo dije en vida, ¿qué te hace creer que lo haré en muerte?
Los demás guardianes contemplaron el resto de la discusión con cierto interés, sin embargo, no todos le prestaron atención a la disputa. Ugetsu, el guardián de la lluvia, había preferido mantenerse al margen de todo. Él ya sabía la respuesta que con tanto desespero buscaban G y los demás, es más, por las palabras de advertencia de Lampo también deducía su pregunta. También sabia que Lampo no iba a dar su brazo a torcer lo que le daba a entender que encontraron su carta y que el rayo había sobrevivido al ataque de la base. Y aunque lo agradecía, no terminaba de entender los motivos de Daemon para hacer algo así después de haberle matado.
¿Remordimientos? ¿Acaso matar a dos de sus amigos habría sido demasiado incluso para él? ¿O quizá había habido un plan malévolo cuyo desenlace desconocía? Daemon siempre había sido alguien demasiado difícil de leer. Incluso más que el cerrado de Alaude.
—¡Asari! —gritó G, dando zancadas hasta colocarse frente al japonés. Ugetsu alzó la mirada, de forma lenta, calmado—. Responde.
—¿Uh? No recuerdo que me hayas hecho ninguna pregunta —respondió, suave, clavando sus irises azules en las orbes del pelirrojo. Estaba tenso, todos lo estaban. No entendía a que venía todo aquello. Habían pasado años desde su muerte, desde la muerte de todos. ¿A qué se venía esa imperiosa necesidad de conocer a su asesino?
—Asari… —la voz de Giotto sobresalió por encima de las demás—. Sólo queremos saber que es lo que te paso.
—Bueno, pues yo no veo necesidad alguna de remover el pasado, ¿acaso yo os pregunto como moristeis? —replicó sin pensárselo demasiado. Empezaba a hartarse de todo aquello.
—Podrías si quisieras —gruño G, sentándose. También parecía harto de aquella discusión.
—Pero no lo hago —le lanzó una mirada de soslayo a Archery—. Porque tengo en cuenta que quizá no es un momento que queráis recordar.
—No te estamos pidiendo que recuerdes. ¡Sólo te estoy pidiendo un nombre!
—¿Y una vez lo tengas? ¿Qué harás, G? —preguntó, suspirando pesadamente—. ¿Revivirás a mi asesino para volver a matarle y vengarte? —empezaba a perder la paciencia—. Deja de comportarte como un niño pequeño —acabó recriminando mientras se levantaba del sillón con intenciones de salir de aquel lugar donde el ambiente no podía estar más tenso.
—Ugetsu… ¿por qué nos lo ocultas? —la voz dolida de Giotto le hizo detenerse delante de la puerta, con la mano apunto de agarrarse al pomo. Volvió a suspirar y giró el rostro hacía él. Hacía su forma incorpórea.
—Estamos aquí para calificar a la décima generación no para hablar sobre lo que me pasó a mi —se frotó el cabello suelto—. Además, lo que vosotros queréis saber es si Daemon tiene algo que ver con lo que paso en la base oeste —todos los presentes se tensaron—. ¿Veis? No me interesa entrar en ese juego. Si Daemon estuvo o no allí es algo que sólo nos concierne a Lampo y a mí. El pasado no se puede cambiar, tú mejor que nadie deberías saberlo, Primo.
—Pero…
—Déjalo ya, Giotto, a los cabezotas no se les puede convencer de nada —gruñó G—. Cuando se empecina en algo no hay quien le haga entrar en razón.
—Me alegra que lo comprendas —replicó Asari, ganándose una mirada mortal de parte del pelirrojo—. Ahora si me disculpáis, toda esta charla inútil me ha dado dolor de cabeza.
Salió de la habitación como si nada y caminó en silencio por los pasillos de aquel templo abandonado donde estaban “residiendo” temporalmente. Realmente no había pensado que su muerte iba a suscitar tanto interés en sus compañeros. Es más, realmente no entendía como era que Lampo no se había ido ya de la lengua. Aunque en cierto modo, agradecía el gesto. ¿De qué iba a servir? Daemon ya se había ganado el resentimiento de todos ellos con sus anteriores actos. Y a pesar de todo, él seguía considerándole un amigo. Quizá porque entendía lo que era amar a alguien y aunque no hubiese “perdido” a G, era indiscutible que nunca podría estar con él y mucho menos en aquel momento en el que estaban muertos. Perder a Elena debía haber sido un golpe demasiado duro para el ilusionista.
No podía odiarle por guardar rencor al haber perdido a la persona que más amaba. Claro que él ni siquiera podía odiar a Giotto por tener todo el cariño y la comprensión de la persona por la cual habría entregado gustoso su vida. Quizá Daemon tenía razón y era demasiado blando. Pero si no lo fuera, no sería él mismo. Se mordió el labio inferior, pensando en la posibilidad de sincerarse con Archery pero la idea seguía aterrándole tanto como cuando estaba vivo. No sería capaz de soportar que aquellos ojos rojizos le miraran con desprecio o asco. Suspiró un poco y se sentó en un pequeño banco, cerrando los ojos y apoyando su cuerpo en la pared. Todo aquello le era tan agotador. No sabría cuanto tiempo podría aguantarlo.
—¿Puedo sentarme aquí? —la voz de Lampo le pilló completamente desprevenido, abrió los ojos y observó que el menor no esperaba respuesta y que se sentaba a su lado.
—Supongo que tú también tienes preguntas.
—Sólo un par —replicó el de cabellos verdes.
—Bueno… en cierto modo hiciste lo que te pedí en la carta así que supongo que te lo debo —comentó, suspirando levemente.
—Vayamos al grano entonces —Lampo miró a los ojos a Asari y finalmente hizo su pregunta—. ¿Por qué G? —el azabache arqueó ambas cejas al escuchar aquella pregunta. ¿Qué clase de pregunta era esa y con que sentido la hacía?
—¿Perdón? —se frotó un poco el cabello—. ¿Te refieres a por qué Daemon escogió la forma de G?
—No, me refiero a que cuando le viste, te sorprendiste —interrumpió cualquier otra cosa que él mayor hubiera podido preguntar—. No solo eso, flaqueaste y bajaste instintivamente el arma como si la idea de herirle te aterrorizara. No te defendiste. Si hubiera sido Archery el traidor… ni siquiera habrías luchado, ¿verdad? —la mirada fija del menor le obligó a agachar el rostro, quizá sintiéndose algo avergonzado.
—No —respondió con la voz ahogada—. Nunca podría hacerle daño —abrirse a Lampo le parecía una locura, ¿pero de qué servía ya ocultarlo? Él había visto todo aquello, él había vivido el momento de su muerte. Era inútil negar lo evidente.
—Es estúpido por tu parte eso, Ugetsu —el menor buscó los ojos del guardián de la lluvia y al no encontrarlos por el largo cabello de este simplemente suspiró—. Si hubiera sido Archery seguramente habría matado a Daemon aunque tuviese tu aspecto.
—Es lo más probable —respondió el azabache, cabizbajo—, pero si hubiera sido G quien se enfrentara a Daemon te puedo asegurar que la última apariencia que adoptaría sería la mía —ambos guardaron silencio—. Si hubiese querido atacarle con alguien se habría transformado en Giotto. Él es mucho más importante para G que yo —se arrepintió enseguida de sus últimas palabras. La resignación con la que había teñido sus palabras… no quería que le considerara una persona celosa. Aunque a veces si que los sintiera. Se removió incomodo, la mirada analizadora del guardián del rayo empezaba a ponerle nervioso.
—Ya veo —murmuró—. ¿Crees que G estaba enamorado de Giotto?
La pregunta flotó, varios segundos, en el aire, volviendo el ambiente demasiado tenso para los nervios de Ugetsu. ¿Era demasiado pedir que la tierra se lo tragase en ese mismo instante? No quería hablar de eso, no quería averiguar si G había ido o no a Japón. No quería saberlo—. Bueno… no es que tenga una declaración de nuestro amigo G sobre sus sentimientos hacía Primo pero… —miró sus manos—. Seamos sinceros, ellos se conocen desde que eran pequeños, G hubiera dado su vida por Primo sin dudarlo si con eso le protegía. No sé si será amor pero cualquier sentimiento que sienta hacia nosotros seguramente quede empequeñecido ante ese…
—Entiendo. Así que nunca se lo dijiste a Archery…
—Oh, sí, hubiera servido de mucho, “G, amigo mío, se que somos hombres y que esto es raro y que a pesar de todo quizá ames a otro hombre pero tengo que confesarte que te… que te amo” —interrumpió, nervioso, irritado y en cierto modo, decepcionado consigo mismo.
—No hacía falta que sacaras a relucir que tú también puedes ser sarcástico. Al menos ya se a que narices se refería Daemon con lo del “asunto pendiente” —el guardián de la lluvia parpadeó al escuchar aquella afirmación y sin poder evitarlo, clavó su mirada en Lampo, incrédulo. No había esperado que el menor recordase algo tan trivial como eso, mucho menos después de todo el tiempo que había pasado—. Fue algo que me llamó la atención, deja de mirarme así. Además, me resultaba extraño que dejaras cosas sin resolver, precisamente tú.
—¿Tan poco humano parezco? —suspiró un poco—. Yo también tengo secretos, Lampo, ya lo has visto. Y a juzgar por el comportamiento de Giotto él también los desconoce.
—Me cuesta imaginar eso —replicó Lampo aunque la curiosidad era palpable en su rostro. Ugetsu se encogió de hombros.
—Ventajas de ser el “calmante” de la familia, supongo —sonrió de lado, por primera vez en mucho tiempo—. Sólo es cuestión de calmar la curiosidad innata del cielo. Aunque en comparación a Alude, yo soy bastante legible —trató de formar una pequeña sonrisa.
—Supongo que si —ambos volvieron a guardar silencio durante un breve espacio de tiempo—. ¿Te he comentado ya que tienes un gusto horrible? Teniéndome a mí por allí, mira que ir a fijarte en Archery —hizo una especie de ruidito como de negación con la boca y el azabache volvió a emitir una pequeña sonrisa. Aliviado de que Lampo no considerara sus sentimientos anormales. Lo había ocultado bien durante la conversación pero la verdad es que había estado muerto de miedo con respecto a aquel tema. Después de todo, amar a otro hombre… en su tiempo había sido un bastante mal visto.
Después de aquella conversación siguieron hablando un rato más, concentrándose sobre todo en la vida del guardián del rayo tras la caída de la Vongola de Primo. Evitaron hablar de todo lo relacionado con aquella noche en la que murió y aunque la pregunta de por qué Daemon había dejado vivir a Lampo aún carcomía su mente, prefirió dejarlo estar. Al final, sin saber muy bien como habían llegado a ese tema, los interesados en heredar la voluntad de los guardianes Vongola se convirtieron en el centro de atención.
—¡Un niño! ¿¡Te lo puedes creer!? —exclamó el menor, indignado—. Es una ofensa contra mi persona. ¡Ni siquiera se habrá separado aún de las faldas de su madre!
—Vamos, vamos, relájate, tampoco es para tanto —murmuró en un intentó de calmarle, bastante fallido.
—Es fácil decirlo para ti —replicó, mirándole fijamente—. ¡Tú y el nuevo guardián de la lluvia sois como dos gotas de agua!
—¿Oh? ¿Y se supone que es bueno? —el azabache soltó una pequeña y débil risa—. Te recuerdo que morí bastante joven. No es que me emocione que acabe como yo.
—No creo, para eso imitar tus pasos primero tendría que cometer la idiotez de enamorarse de quien no le quiere.
—Ah… mi amigo, el destino es cruel, la vida es cruel y el amor es más cruel que el destino y la vida juntos —negó con la cabeza y alzó la mano, dejándola con suavidad sobre el cabello verde del otro, acariciándolo un poco—. De todos modos, aunque… —se mordió el labio inferior, guardando silencio por unos segundos—. Takeshi y yo seamos parecidos no tenemos porque acabar igual. No somos iguales. Además, el guardián de la tormenta de está generación y G no se parecen… mucho —terminó, no muy convencido—. Sería mucha casualidad que fuera a fijarse en él.
—Sería tétrico, dilo claro. Casi parecería una maldición hacia tu puesto —un pequeño escalofrío recorrió al de apariencia más jovial.
—¡Eh! Por lo que he podido ver, hasta ahora, ningún otro guardián de la lluvia ha sentido… ha tenido sentimientos —se corrigió—, por el guardián de la tormenta en su generación —reclamó, ligeramente molesto y algo ruborizado. Era extraño, demasiado extraño. Nunca habría imaginado que hablaría de sus sentimientos tan abiertamente, mucho menos que sería con Lampo.
—Ah… —el rayo cerró uno de sus ojos—. Pero ninguno se había parecido tanto a ti.
—Exageras…
—¿Lo hago? —se encogió de hombros y se acomodó algo mejor el cabello—. Tampoco es como si pudiéramos decirle: “Hey, ten cuidado con el guardián de la niebla vaya a darte una puñalada trapera y un consejo: No te enamores del guardián de la tormenta” ¿no? —nuevamente se hizo el silencio entre los dos, el azabache parecía distraído y eso lo notó enseguida el de mirada esmeralda—. Me pregunto para que hablo —suspiró un poco—. ¿Vas a comentárselo, entonces?
—Creo que es suficiente con que te lo haya dicho directamente a ti —respondió, volviendo a removerse inquieto—. Quizá… si pudiera hacérselo llegar de alguna manera indirecta. Con algún escrito de aquella época…
—Nunca lo escribiste en cartas y hasta donde yo sé, nunca te vi con un diario personal. Y aunque lo hubieras puesto por escrito, es imposible que esos papeles sobrevivieran al tiempo.
—Lo sé, lo sé… Seguramente estamos exagerando bastante, no hay manera de que la historia se repita, ¿verdad? —se mordió el labio inferior, con fuerza—. Estoy haciendo una montaña de un grano de arena.
—Al menos tus dudas están motivadas por buenas intenciones. Sólo quieres avisarle de una de tantas posibilidades. A lo mejor muere de viejo o le matan siendo joven… —la mirada de Lampo se ensombreció levemente—. O quizá el guardián de la niebla de su generación le de la puñalada trapera —Asari le observó en silencio durante unos escasos segundos.
—Aún le guardas rencor, ¿eh? —el rayo agachó la mirada.
—Quizá lo haga siempre.
—Lo siento —murmuró sin pensarlo demasiado, recibiendo por aquello una negativa por parte del rayo.
—No eres tú el que tiene que disculparse.
—Bueno, creo que podemos esperar sentados a que lo haga Daemon —dicho aquello, Ugetsu se levantó—. Vamos, tenemos que vigilar a los futuros guardianes del Décimo Vongola. Hemos perdido mucho tiempo.
—Oh, si, genial. Hacer de niñera es lo que siempre había soñado hacer tras mi muerte —replicó el de cabellos verdes, totalmente desganado. El guardián de la lluvia le dio un par de palmaditas en la espalda y le dedicó una sonrisa, comprensivo. Al segundo siguiente, ninguno de ellos se encontraba ya en la habitación.
Tras aquello, el tiempo fue pasando junto a las pruebas, las cuales estaban siendo aprobadas una tras otra. Asari estaba agradecido por el hecho de haber sido el primero en realizar su prueba al nuevo guardián de la lluvia. Así tenía algo de tiempo para si, sin el constante acoso de la mirada cabreada de G ni de las interrogantes del resto de guardianes. Tampoco es que dedicase demasiado a meditar sobre su vida, estaba más ocupado en su preocupación hacia el nuevo guardián de la lluvia por lo que en cuanto pudo, se dedicó a observar las relaciones de la décima generación. Y realmente, ver como se estaban repitiendo algunos de los errores del pasado no le gustó en lo más mínimo.
—No tiene sentido… —masculló para si. Algunos detalles de su carácter eran parecidos a los suyos pero ningún guardián tenía una personalidad idéntica a la de su contraparte. Ni siquiera tener el mismo elemento indicaba la misma personalidad. Entonces, ¿por qué? Las relaciones eran tan parecidas que le revolvía el estomago. Aunque para él, descubrir que el “triangulo” del pasado volvía a repetirse fue como una bofetada en toda la cara. Y para desgracia del pequeño Yamamoto todo parecía apuntar a que tendría el mismo resultado. Se frotó los ojos, sintiendo el peso del cansancio mental recorrerle de arriba abajo.
—¿El que no tiene sentido? —el inconfundible tono de voz de G le sobresaltó.
—Ah… G, ¿desde cuando estás ahí? —preguntó, sin girarse para mirarle a los ojos. Se sentía vulnerable. Era estúpido, lo sabía, pero parecía que ni muerto sus sentimientos por Archery iban a cambiar. Resultaba frustrante. Por otra parte, nunca le había gustado quedarse asolas con él, es decir, le quería pero ese mismo sentimiento parecía estar decidido a trazar nudos en su garganta cuando estaban solos.
—Desde que mencionaste que algo no tenía sentido —G se cruzó de brazos mientras hablaba—. ¿El qué? —el azabache no respondió, es más, giró el rostro hacia cualquier otro lado. Su mente le gritaba que huyera, que cualquier cosa que dijera podría ser usado en su contra, sin embargo, sus piernas no se movieron ni un centímetro. El pánico empezó a extenderse dentro de él. ¡No se le ocurría nada! Tragó saliva y se mordió el labio inferior. Mierda, ¡mierda! ¡¡Mierda!!
—Ah… es algo complicado de explicar —respondió, riendo de forma idiota. En aquel momento hubiera deseado que la tierra le tragase, la forma le daba igual. Que era complicado, lo era. Que no iba a explicárselo a Archery, también. Que él iba a querer una respuesta satisfactoria era indudable o eso presagiaba el cada vez más fruncido ceño del pelirrojo.
—¿No crees que ya me estás ocultando bastantes cosas? —preguntó, su voz algo ronca por la irritación que seguramente llevaba encima. No quería enfadarle más pero la idea de sincerarse le retorcía las entrañas y le aterrorizaba. El “no” que gritó su mente casi se escapó de sus labios. Carraspeó.
—No oculto tantas cosas, G —replicó, apoyándose en la pared—. Además, tú también ocultas cosas y yo no te lo echo en cara —refutó, tampoco iba a dejar que el guardián de la tormenta le echara en cara “errores” que el también cometía.
—¡Pero no son cosas importantes! —G se colocó delante de él con el ceño fruncido mientras le miraba… ¿furioso?—. ¡No eres más que un cobarde!
—¿Perdona? —Ugetsu parpadeó, incrédulo, sin poder dar crédito a lo acababa de oír—. ¡No era yo él que se estaba matando a trabajar porque Giotto no estaba y le decía a los demás que estaba perfectamente bien! —se arrepintió enseguida de sus palabras. No quería sacar ese tema. No quería sacar ningún tema que pudiera sacar a relucir el consejo de su carta. No quería saber si G había ido a Japón, si se había quedado con Primo, si… Tragó saliva y escondió las manos tras las mangas de su hakama al notar que empezaban a temblarle.
—¡Eso no tiene relación!
—¡Claro que la tiene! —acabó espetando, quería callarse, juraba por todos los dioses que quería arrancarse la lengua—. Deja de echarle en cara a los demás sus errores, Archery, ¿ves lo molesto que es?
—Eso fue en el pasado —replicó el pelirrojo, visiblemente molesto—. ¿Tanto te extraña que quiera saber que paso? Eres mi amigo, joder, ¿cómo te crees que nos sentó a todos ver aparecer a Lampo con tu cuerpo echado en su espalda y que ambos estabais cubiertos de sangre? —la lluvia clavó sus ojos en sus propias manos.
—Tampoco es que hubiera estado planeado ese desenlace, ¿vale? —replicó, poniéndose más y más tenso a cada palabra que salía de la boca del contrario. ¿Por qué las cosas tenían que complicarse tanto? Se suponía que morir te conducía a la paz eterna. Y tras todo ese tiempo él aún no había experimentado dicha paz. Y encima tenía que restregarle aquella maldita palabra en un intento de hacerle sentir culpable. ¡Pues no lo hacía! Siempre había querido ser algo más que su amigo pero era estúpido darle vueltas ya a aquello. Era estúpido que le siguiera doliendo el pecho por eso. Y aún así seguía haciéndolo. Quizá Alaude acertó cuando le llamó mártir, quizá Daemon tenía razón al llamarle masoquista.
—Deja de ignorarme —gruñó G, sacando a la fuerza al moreno de sus pensamientos. Iba a replicarle otra vez pero no fue capaz. Acababa de darse cuenta de que a cada palabra que decían se habían ido acercando el uno al otro. Si estiraba su mano podría tocar el pecho del contrario.
—¿G, Asari? ¿Qué hacéis aquí, gritando tanto? —parpadeó y desvió su mirada hacía la derecha. Lampo les observaba, con una ceja arqueada y los manos en los bolsillos.
—Ah… nada… sólo discutiam…
—No te interesa. ¿No deberías estar cuidando de tu guardián? —replicó el pelirrojo, dedicándole una mirada al guardián del rayo que Asari no supo interpretar. Iba a decir algo pero Lampo simplemente se encogió de hombros y se fue, volviendo a dejarles asolas. ¿Por qué todo el mundo tenía esa fea manía de dejarle con la palabra en la boca?
—No tenías por qué ser tan brusco con Lampo —un gruñido. Esa fue la respuesta que le dio G a su regaño.
—Si tenía.
—Pues podrías explicarme la razón —y de repente silencio, y de repente sintió como G le cogía del brazo y le atraía de golpe para finalmente estamparle contra la pared—. ¿G…?
—Eres demasiado cercano a él —murmuró, con el rostro casi pegado al suyo (demasiadocerca). Le temblaron las piernas cuando sus alientos chocaron y finalmente sintió los labios de Archery cubrir los suyos—. En nuestra próxima vida no voy a dejarte escapar.
Y se esfumó, de la misma manera que un fantasma (aunque técnicamente lo era). Y Asari se quedó allí, plantado, ruborizado y más confuso que un Pokémon que se acaba de enfrentar con un Zubat o un Golbat.
Fin.
-Lol- Esto fue raro, pero lo tenía parado desde hace tiempo y aquí está el final. Se verán en una próxima vida 8D -a.k.a, un nuevo fic xP-