viernes, 31 de diciembre de 2010

Tiempo.

Titulo: Tiempo.
Disclaimer: Naruto no me pertenece, ni sus personajes tampoco, son de Masashi Kishimoto yo hago esto sin animo de lucro, bla, bla, bla.
Personajes/Parejas: MadaIta.
Advertencias: Lol, para este me sirven las mismas advertencias que para mi otro MadaIta, soo~
Muerte de un personaje. Tragedia. Drama. Ehh, esto surgió de un rol que llevó con una amiga así que si no se entiende es normal, lol, todo nació por un reto que me impuse y una coña que tenía con dicha amiga y bueno. Los personajes estaban bastante enamorados por aquel entonces 8DU así que probably habrá algo de OoC.
Copy&Pasterules!!
Resumen: Cierras los ojos al sentir como la carne de tu pecho se desgarra. Notas la sangre deslizarse, manchando tu piel y vuelves a abrir los ojos, observando con atención la afilada katana que te atraviesa. Es curioso. Siempre pensaste que morirías por alguna clase de técnica secreta en vez de por una vulgar espada.
Música: Xion's Theme


Cierras los ojos al sentir como la carne de tu pecho se desgarra. Notas la sangre deslizarse, manchando tu piel y vuelves a abrir los ojos, observando con atención la afilada katana que te atraviesa. Es curioso. Siempre pensaste que morirías por alguna clase de técnica secreta en vez de por una vulgar espada. Sonríes resignado, tu nueva máscara adornando tu rostro, impidiendo que esa expresión se viera. El dolor vuelve a adueñarse de tu pecho al percatarte de cómo aquel filo se desliza está vez hacia afuera, provocando una hemorragia intensa.

Toses sin poder evitarlo y el sabor de la sangre inunda tu boca mientras los hilillos de sangre se deslizan por la comisura de tus labios. Observas fijamente al hombre que tienes delante… bueno, si es que se puede catalogar de ser humano a lo que tienes delante. A veces jurarías que hasta su pensamiento es el de una jodida serpiente y piensas que quizá no vayas tan desencaminado cuando las primeras palabras afiladas surgen de su boca.

—Vaya, vaya, parece ser que el todo poderoso Uchiha Madara ha caído bajo el filo de la espada de Damocles —Kabuto te observa, sonriendo viperinamente mientras tú sólo le dedicas un gruñido, atravesándole con la mirada—. Vamos, no te pongas así. El veneno pronto empezará a extenderse por el resto de tu cuerpo. Yo que tú me aseguraría de terminar con todos los asuntos pendientes que pudiera tener.

Veneno, ese bastardo había extendido veneno por la espada y luego te la había incrustado en el pecho. Aquello iba en serio y tu cuerpo se resintió ante la idea de morir envenenado. Chasqueas la lengua y empiezas a desaparecer usando aquella técnica que durante tanto tiempo te ha salvado de tus enemigos, no puedes evitar pensar que es una lástima que los humanos no tengan ojos en la espalda. Así quizá podría defenderse uno de las puñaladas traperas.

No tardas mucho en perder de vista a la extraña fusión de Orochimaru y Kabuto, tu objetivo es otro ahora que no conoces exactamente él tiempo que te queda de vida. Es algo irónico que ahora estés buscando a esa persona cuando antes tratabas de evitarla. Simplemente te resultaba algo complicado mirarle a los ojos después de todo lo ocurrido. Demasiados sentimientos confusos y contradictorios se agolpaban en tu pecho siempre que le mirabas. Por eso ahora necesitas verle, en la recta final de tu, a tu ver, despreciable y patética existencia.

Sabes que no resultará difícil encontrarle. Conoces los planes de Kabuto, así como a donde ha enviado cada uno de los grupos y por ello te apoyas en el lugar donde te has aparecido, sintiendo la dura madera del tronco de un árbol contra tu espalda. Estiras tu brazo, retirándote la máscara que oculta tu rostro, la dejas caer al suelo y esperas. Quieres creer en cuanto sienta tu presencia irá hasta donde te encuentras pero no puedes evitar que la inseguridad te invada. ¿Cuánto hacía que no te sentías así? Tan vulnerable… tan humano. Aferras con tu mano derecha la sangrante herida y tratas de ocultarla al sentir la cercanía de a quien esperas.

Al poco tiempo aparece frente a ti, mirándote incrédulo. Como si después de todo ese tiempo no esperase que fueses a su encuentro. Vuelves a cerrar por un momento tus ojos para luego mirarle intensamente. Hay… hay tantas cosas que quieres decirle y no sabes por donde empezar. También tienes claro que no tienes el tiempo necesario para decirle todo lo que te gustaría. Tomas una decisión, te acercas con pasos lentos a él, procurando que no se vea demasiado la herida de tu pecho e incluso tratas de que no se enteré del pequeño charco que ya se ha formado con tu sangre en la rama de aquel árbol.

Le abrazas lentamente por el cuello ante su mirada perpleja y haces un esfuerzo titánico para no jadear, ¿cuánto tiempo llevabas ya sin sentir aquel calor? Si te preguntarán seguramente responderías que habías perdido la noción del tiempo. Te aferras un poco a su camisa en un intento de no caer porqué realmente estás ya muy cansado de todo. Aspiras el aroma del menor, en busca de algo que te transporte a tiempos pasados donde ese idiota y tú estabais juntos, donde la mayor amenaza era esa incurable enfermedad que habría acabado con la vida de Itachi si no llega a morir primero a manos de su hermano.

—Lo siento… —susurras con suavidad. Esperando que con esas dos simples palabras pueda entender todo lo que quieres y no puedes decirle. Que lamentas todo el daño que hayas podido causarle. Todas las veces que heriste sus sentimientos sin proponértelo. Que ojala estuviese vivo, que lo hubieras dado todo porque te hubiera elegido a ti en vez de a ese mocoso idiota. Y sobre todo… que sientes que todo acabe así.

Vuelves a cerrar los ojos, abrazando algo más fuerte el “cuerpo” del moreno sin poder evitar que una única y sencilla frase escape de tus labios pero es algo que tienes claro que no es algo que puedas permitirte. Le besas por última vez, cerrando los ojos para evitar ver la expresión de su rostro mientras vuelves a desvanecerte entre espirales. Aún falta la última cosa que debes hacer… asegurarte de que ese bastardo sea incapaz de hacerse aunque sea con una pequeña muestra de tu ADN. Y recordando las palabras de ese maldito imbécil determinas cual será tu tumba.

Tus ojos se abren lentamente para observarla, el mar, inmenso, enorme, un lugar prácticamente inexplorado por el ser humano. Donde ese idiota no podrá hacerse con los restos de tu cuerpo así como no consiguió los de Jiraiya. Emites una pequeña sonrisa, la última, la única que te has permitido en todo este tiempo mientras tus ojos se van cerrando lentamente. Recordando las últimas palabras al mocoso.

“Morir en tus brazos… sería una buena forma de morir”

¿Fin?

Alá, porque yo también tengo derecho de ponerme emo en fin de año xD

Al menos con éste no me ha entrado la llorera, LOL, ¿me estaré volviendo insensible? Bah, da igual, ¡feliz año nuevo! (?)

sábado, 25 de diciembre de 2010

Tales of Symphonia: El Ocaso de una Vida.

Titulo: El ocaso de una vida.

Disclaimer: -mira su libreta de ahorros- Nop, pues va ser que no soy la dueña de Namco ni Daigo Okumura así que ni el juego ni los personajes me pertenecen y hago este sin fines de lucro y sólo por diversión.

Advertencias: Spoilers bastante serios sobre Aster, principios de Shonen ai (Chico x Chico) tampoco muy serio, Aster céntrico (¿eso se puede considerar una advertencia?).

Personajes/Parejas: Richter/Aster.

Resumen: Fue solo un momento, un instante. En un par de segundos entendí que todo lo que había hecho no había servido para nada.

Yeah, mi primer fic sobre el tales *se siente emocionada* Ya tenía ganas de hacer uno, aunque sea de su segunda parte.


Abrí mis ojos lentamente observando a mí alrededor un lugar que no recordaba haber visto nunca antes. Estaba de pie sobre una plataforma, o eso parecía, y en la estancia el color rojo predominaba sobre todos los otros, combinado con el negro y otras tonalidades de rojo. Miré hacía el frente, encontrando que aquel lugar conducía hacía algún tipo de puerta, la cual tenía incrustada unas esferas. Iba a acercarme cuando algo me retuvo. Bueno… más bien alguien.

Había alguien enfrente de aquella puerta o portal. No podía verle el rostro pues estaba dándome la espalda. Me quedé inmóvil por unos momentos pero luego me decidí a hablar. Quería preguntarle dónde me encontraba por lo que abrí la boca para hablar. Pero me quedé completamente callado al ver como aquella extraña figura empezaba a moverse y, si mis oídos no me engañaban, a hablar. No alcancé a oír que era lo que decía pero por alguna extraña razón tenía la absoluta seguridad de que no era a mí a quien se dirigía. Estaba confundido, ¿es que acaso había alguien más allí a quien yo no veía?

Lo ocurrido a continuación me pareció como si pasase a cámara lenta. El extraño se giró hacia mí, pero yo…

…sólo alcancé a ver un par de ojos rojos antes de despertar.

Los rayos de sol me obligaron a abrir los ojos, siendo lo primero que veía el "techo" marrón de mi tienda de campaña. Me incorporé un poco, quedando sentado mientras mis brazos se estiraban hacia arriba por inercia, tratando de desperezarme. Después, mis ojos se quedaron mirando el cacho de cielo que se veía a través de la apertura, que supuse que había abierto Richter, de la tienda. Suspiré pesadamente al recordar mi sueño. ¿Debía tomarlo como una premonición?

Era cierto que no había estado nunca en ese lugar pero estaba seguro de donde se encontraba. ¿Cómo? Porque estaba convencido de que mi mente había recreado, a partir de las descripciones que nos había proporcionado Aqua, el lugar en el que se encontraba el espíritu supremo, Ratatosk. Estaba seguro de que aquel lugar era la puerta a Niflheim, Ginungagap.

Me levanté del suelo y salí de la tienda buscando a Richter con la mirada. Le vi a unos metros de donde yo me encontraba observando los tres menhires que formaban la puerta intercósmica. Habíamos decidido pasar la noche allí y aventurarnos por la mañana a lo desconocido (aunque no lo fuera tanto tras las descripciones e instrucciones de Aqua).

Agaché la mirada fijando mi vista en la hierba. Hierba y tierra en una superficie con tres menires en el centro y cuyo límite eran los acantilados que la separaban del mar. Allí era donde nos encontrábamos.

Seguí totalmente quieto, sin variar posición. No me atrevía a ir hasta donde se encontraba Richter. Hacía poco que habíamos vuelto a tener la misma discusión de siempre. Si bien Richter siempre me decía que debía aprender a defenderme… siempre acababa luchando él solo contra los monstruos. ¡Nunca me dejaba ayudarle! ¡Resultaba frustrante!

Y encima me había relegado a las tareas de curación. No es que pensase que fueran inútiles o algo por el estilo pero… ¡no me gustaba ver como lo herían sin poder hacer nada más que mirar!

Se me formaba un nudo en la garganta cada vez que estaba herido y tenía que proporcionarle las perlas que sanaban sus heridas. Sobre todo cuando… cuando se empeñaba en protegerme después de que un monstruo intentase atacarme por sorpresa (cosa que había ocurrido más de una vez). ¡Pero Richter no parecía entenderlo y siempre se hacía el sueco cada vez que se lo decía!

—¿Ya te has preparado? —la voz de Richter me sobresaltó y sacó de mis cavilaciones. Asentí levemente a su pregunta. Lo había preparado todo antes de acostarme. —Entonces nos vamos.

Pasó a mi lado, directo a su tienda, mientras yo dejaba escapar un suspiro casi inaudible. Recogimos rápidamente aquella especie de campamento provisional que habíamos montado y nos dirigimos hacia la puerta. Enseguida la atravesamos, llegando a un lugar tan verde que pensé que me había pasado algo en los ojos. Tras eso, por un momento, tuve unas ganas casi incontrolables de reír. Me di cuenta de que aquel lugar no se parecía a nada de lo que había visto con anteriormente y sin embargo me recordaba al lugar de mis sueños.

—¿Son árboles? —me pregunté en voz alta mientras me acercaba a lo que suponía que era un tronco pero, al contrario que todos los que había visto, éste era verde. Me hubiese gustado llevarme una muestra de alguno de aquellos árboles para analizarlo en el laboratorio, pero antes de que pudiese coger lo que parecía ser un trozo de corteza Richter me asió del brazo.

—Recuerda por qué estamos aquí y que Aqua nos está esperando —me dijo provocando que un ligero rubor apareciese en mis mejillas. Él tenía razón. Habíamos ido allí por una razón importante y yo me había distraído con el descubrimiento de un nuevo espécimen de árbol. Aunque lo de nuevo era bastante relativo ya que estaba seguro de que aquel lugar era mucho más viejo que cualquiera de las personas que conocía.

Seguí a Richter por aquella zona yendo siempre hacía abajo, como si nos dirigiésemos a las entrañas del infierno. Aunque pensándolo bien… ¿Acaso no íbamos a su puerta? Suspire pesadamente y miré hacía el frente. Como siempre, mi querido amigo tenía que ir por delante de mí porque si no, no se sentía a gusto consigo mismo. Y como siempre yo tuve que quedarme rezagado viendo como Richter peleaba contra unos monstruos que nos habían decidido atacar.

Hasta que por fin llegamos a la plataforma de la que Aqua nos habló. La estudié con la mirada a la vez que subía sobre ella seguido de Richter. Pronto ésta empezó a bajar y me fijé en que los orbes que había incrustada en ella estaban brillando. Supuse que aquello debía ser obra de Aqua y que nos había preparado todo el camino.

Cuando llegamos a la última parada nos bajamos de la plataforma y empezamos a andar, bajando nuevamente por los senderos del lugar. Se había instalado un silencio bastante incómodo entre nosotros y no sabía si se debía a nuestra discusión o a la misión que nos habíamos impuesto.

Quería hablar con él, había… había algo importante que quería decirle. Había estado mucho tiempo retrasando aquel momento pero no podía hacerlo por más tiempo.

No sabía exactamente por qué tenía que ser justo en ese momento pero tenía un extraño presentimiento. Era como si algo me oprimiese el pecho y tuve miedo. Me quedé parado un momento cuando llegamos a un lugar donde estábamos sobre una especie de anillos rojos y me mordí el labio inferior. Richter también se había detenido y se encontraba delante de mí, parecía estar analizando el lugar.

Respiré hondo varias veces y me acerqué un poco, no demasiado realmente. Sólo pude dar un pequeño paso antes de detenerme. Había repetido las palabras que quería decir mil veces en mi mente, ¿por qué no me salían ahora?

—El valor es la magia que convierte los sueños en realidad —susurré para mí mismo como si de esa forma pudiese infundirme el valor que necesitaba. Sentí por un momento ganas de llorar al no ser capaz de pronunciar ninguna palabra más. ¿Acaso no era yo siempre el que le decía esas palabras a Richter? ¿Por qué ahora era incapaz de ponerlas en práctica?

—Aster —alcé mi mirada en cuanto oí como me llamaba. Me estaba mirando con una expresión tranquila en el rostro aunque pude apreciar algo de duda en él. Trague saliva y sentí como mi garganta estaba reseca. No debía dudar, no debía… —No te retrases.

Después de decirme aquello empezó a andar de nuevo dejándome atrás con un nudo en la garganta. Agaché la mirada y le seguí. ¿Por qué no era capaz de decírselo? Llevábamos mucho tiempo viajando juntos. Creía sin duda alguna que Richter me consideraba su amigo así que no tendría porque tener miedo ¿no?

Pero lo tenía… era un sentimiento estúpido e irracional que no quería abandonarme en esos momentos. Podía enfrentarme a cualquier monstruo que se me pusiese por delante, iba a ir a ver el espíritu supremo para pedirle que restaurase el equilibrio del mana, pero no era capaz de decirle aquello a Richter.

Me sentí inútil y por un momento creí entender porque Richter no me dejaba luchar con él. Al instante negué fervientemente con la cabeza. ¡No! ¡No podía darme por vencido! Corrí para ponerme cerca de él. Aunque me quedé un poco más atrás ya que sabía que si le adelantaba empezaría a darme un sermón sobre que él debía ir por delante por si aparecía un monstruo. Aún así había algo que quería comentarle.

—Uhm… Richter —pronuncié haciendo que el aludido se girase. Habíamos llegado a un pasillo que me resultaba familiar. Después de tanta caminata habíamos dejado atrás los extraños anillos rojos que por otro lado me hubiese encantado analizar.

—¿Ocurre algo, Aster? —me preguntó mirándome con curiosidad. Respiré hondo y le miré fijamente.

—Quería… pedirte disculpas por lo del otro día. Mi reacción fue… demasiado exagerada. Y quería darte las gracias por… protegerme siempre —le dije completamente ruborizado. Desvié el rostro y hasta era capaz de oír los latidos de mi corazón de lo fuerte que bombeaba y de lo nervioso que estaba.

Entonces fue cuando le escuché reír suavemente. Giré el rostro de nuevo, mirándole fijamente como pidiéndole una explicación a la razón por la cual se estaba riendo en aquellos momentos.

—¿Por qué me estás diciendo todo esto ahora, Aster? No tienes porque preocuparte por nada —me dijo para luego volver a darse la vuelta. —Vamos. Terminemos con esto de una vez.

Empezó a andar hacía la puerta del lugar pero yo no me moví de donde estaba. Sentía como el malestar en mi pecho estaba creciendo y algo me gritaba en mi mente que si no le decía aquello ahora nunca lo haría. Contemplé su pelo rojo moviéndose suavemente al compás de sus pasos y comencé a caminar lentamente, siguiéndole.

Cuando estaba apunto de cruzar la puerta corrí hacía él agarrando parte de su camisa morada por la espalda. Me temblaban las manos. Tenía esperanza en que Ratatosk nos escuchara, sabía que lo haría. Y tenía fe en que después devolvería al mundo a su curso natural pero, aun, así antes de ver a ese ser quería decirle una última cosa a Richter. Ya que no estaba seguro de si Ratatosk pediría algo a cambio de ayudarnos. Aunque quizá en un gesto de bondad no pidiese nada.

Bueno… eso no era en lo que debía pensar ahora. Debía concentrarme en el hecho de que Richter se había puesto completamente rígido. Sentí como una parte de mí moría de un ataque de nervios y como mi propio cuerpo estaba más tenso que el de mi amigo.

—Ya sé que para ti las palabras deben ser dichas en el momento oportuno. Pues bien… yo considero que éste es el momento oportuno para decirte que… —me quedé callado. Había notado que el cuerpo de Richter se había ido poniendo cada vez más y más tenso. Mi rostro se contrajo en una mueca de decepción que supe rápidamente quitar. Poniendo una máscara de seriedad en él.

—¿Para decirme qué, Aster? Tenemos prisa por si lo has olvidado —su voz sonó más dura e irritada que de costumbre y sentí como si hubiese metido la pata hasta el fondo. Perdí el poco valor que había reunido para decirle aquello que me estaba mortificando por dentro por lo que decidí guardármelo para mí. Como había hecho desde que lo supe.

—Para decirte que te agradezco todo lo que has hecho por mí, y es en serio. Eres el mejor amigo que alguien podría tener aunque a veces seas un poco gruñón —dije sin que la voz me temblase. Me hubiese gustado añadir que era la persona más importante para mí. No lo hice por miedo a su reacción.

Pensé que a lo mejor resultaba que estaba algo alterado por aquel lugar. Así que decidí que cuando saliésemos se lo diría sin falta. ¡Ya no podía seguir callándomelo! Aunque me odiase por ello. Yo necesitaba decírselo.

Escuché un bufido por su parte mientras soltaba la tela de su ropa. A continuación vi como se giraba para luego revolverme el pelo con ¿ternura? Yo no quería eso. Pero suponía que era lo máximo que podría conseguir por parte de Richter. Sonreí levemente ante el gesto. Aunque más bien pareció una mueca de tristeza que otra cosa.

No quería qué me preguntase a que se debía aquello por lo que me dirigí rápidamente hacía la puerta que comunicaba con Ginungagap mientras le decía que debíamos darnos prisa. Sí, ahora era yo el que le metía prisa. No quería darle explicaciones… aún no.

Cuando entré en aquel lugar no pude hacer otra cosa que abrir los ojos de par en par. Era exactamente igual al sitio que mi mente había recreado en mis sueños. Avanzamos rápidamente hasta llegar al centro de la plataforma y allí estaba ante nosotros: Ratatosk.

—Tú eres Ratatosk, el espíritu supremo del gran árbol de Kharlan ¿correcto? —pregunté mientras le miraba fijamente.

—Así me llaman —me contestó con voz fría, potente y me sentí intimidado por ella. Creía que si hablaba en aquel momento mi voz saldría frágil y quebrada. No podía dar esa imagen.

—Ratatosk. El actual equilibrio del maná en el mundo está en un estado de caos. Creemos que tu poder es necesario para restaurar el equilibrio perdido —la voz de Richter se escuchó calmada y segura. Le miré de reojo sintiendo como mi cuerpo se calmaba. Pero la potente voz de Ratatosk hizo que volviese a prestarle total atención.

—Incluso si pudiese devolver el mana a su curso natural, el mundo morirá sin un árbol que lo sostenga.

—Hemos oído que un nuevo árbol ha nacido —paré un momento tomando aire. —Pero por lo que hemos visto, podemos decir que el nuevo espíritu del árbol no tiene poder para controlar el flujo del mana.

—¿Y qué? —no supe por qué pero la risa que acompaño a esas palabras hizo que el mal presentimiento que tenía se acrecentara, así como el malestar que tenía en mi pecho.

—¡Así que por favor! ¡Por favor usa a tus Centuriones para restaurar el flujo del mana! Si lo haces, el mundo será salvado —fue lo que pedí y rogaba en mi interior porque me escuchase.

—¡Despertad, Centuriones! ¡Restaurad los lazos con vuestros monstruos y reparad el flujo del mana! —me sentí aliviado al escuchar sus palabras e iba a agradecerle cuando empezó a hablar nuevamente. — ¡Y entonces id, id a erradicar a los humanos que destruyeron mi árbol!

—¿Qué haces? —pregunté mientras mis pasos retrocedían.

—Tú quieres salvar el mundo ¿Verdad? —me preguntó. Volví a avanzar un par de pasos.

—¡Sí, pero no tienes que matarlos a todos para hacer eso! —exclamé en un intento hacerle entrar en razón.

—¿Quiénes destruyeron el gran árbol de Kharlan? ¡Fueron los humanos y los semielfos! Por ello se merecen el mismo trato.

—¡Pero el nuevo árbol ha nacido en el mundo! —traté de explicarle pero por lo visto nada de lo que dijese parecía hacerle cambiar de opinión.

—Y es sólo cuestión de tiempo el que los seres humanos y semielfos lo destruyan también —paró de hablar por unos momentos mientras sentía como el aire abandonaba mis pulmones. ¡No! Aquello no estaba saliendo como habíamos previsto. — ¿No lo entiendes? No sois más que parásitos en este mundo.

—¡No! ¡Eso no es verdad! Humanos y semielfos son una parte importante de este…

—¡Silencio! —aquel grito retumbó en mis oídos. De repente un haz de luz salió del cuerpo de Ratatosk y se dirigió hacia mí. Abrí los ojos de par en par mientras miles de pensamientos recorrían mi mente como un rayo. Mi cuerpo rodó por el suelo y sentí un inmenso dolor apoderarse de mí.

Solo alcance a oír a Richter gritar mi nombre antes de caer en la oscuridad. Cuando sentí el haz de luz atravesarme lamenté muchas cosas pero la única que lamente con verdadera amargura fue…

…no haber tenido el suficiente valor para contarle aquello a Richter antes de morir.

Fin.

Y hasta ahí dio la cosa (y mi clase de Literatura xP) además de que ya la cosa continua en el juego xD

¡Ah! Agradecimientos a Miruru que accedió a hacerme de beta para este one-shot, muchas gracias ;D

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Latidos sin razón.

Titulo: Latidos sin razón.

Disclaimer: Naruto no me pertenece, ni sus personajes tampoco, son de Masashi Kishimoto yo hago esto sin animo de lucro, bla, bla, bla.

Personajes/Parejas: MadaIta.

Advertencias: Muerte de un personaje. Tragedia. Drama. Ehh, esto surgió de un rol que llevó con una amiga así que si no se entiende es normal, lol, todo nació por un reto que me impuse y una coña que tenía con dicha amiga y bueno. Los personajes estaban bastante enamorados por aquel entonces 8DU así que probably habrá algo de OoC.

Resumen: Madara sólo quería dormir, olvidar que no volvería a ver la sonrisa de Itachi, que sus oídos no volverían a captar la musicalidad de su risa, el sonido de los pasos del moreno al ir de un lado para otro, su voz llamándole, su voz regañándole, su voz diciéndole que le quería, su voz espantando los fantasmas de pasados crímenes, haciendo desaparecer los espectros de la soledad.

Música: Yuduki - Dear You Sub.

¿Cuánto tiempo llevaba mirando el techo de su habitación ya? ¿Con aquella cuantas eran las noches que había pasado ya en vela? A cada día que pasaba Itachi parecía estar peor. Tos, palidez, cansancio, eran tres de los síntomas que delataban que el final de la vida del moreno se acercaba a su fin. Madara no quería aceptarlo, se negaba a aceptarlo. Itachi iba a aguantar… le había dicho que se quedaría con él, ¿no? Debía confiar en el menor. Debía creer en él pero… deber a veces no es poder.

Sus sueños estaban plagados de pesadillas haciendo que padeciera el insomnio más tremendo que había sufrido en su vida. No quería dormir, no quería volver a ver el mundo que sus sueños le mostraban. Itachi no estaba en él. Se levantó de la cama con parsimonia para ir a cambiar a Kuroi el pañal pero cuando estaba a punto de sacar a la niña de la cuna se dio cuenta de algo. Silencio. Demasiado silencio. No había tos, no había respiración entrecortada, no había respiración.

El mundo se le vino encima de forma vertiginosa y se sintió tremendamente mareado de repente. “Son imaginaciones tuyas, son imaginaciones tuyas. TIENEN que ser imaginaciones tuyas” se repitió una y otra vez en su mente. Quiso convencerse de que cuando se girase y mirase a Itachi él estaría durmiendo tranquilamente en la cama, con su respiración tan normal como siempre. Entonces… ¿por qué simplemente no se giraba y ya? ¿Por qué le sudaban las manos?

No se atrevía, estaba nervioso. No, estaba histérico. Apretó el borde de la cuna con sus manos, respirando agitado. Por dios, estaba actuando como un crio. Cerró los ojos y soltó aquella baranda de metal para girarse y sin abrir aún los ojos se aproximó a la cama donde Itachi estaba… estaba durmiendo. Sus parpados se abrieron lentamente, fijándose automáticamente en el cuerpo de la persona que más le importaba en aquel mundo.

Sintió como si el alma se le hubiese caído a los pies y todo comenzó a darle vueltas. Sintió que se ahogaba, como si unas cadenas se hubieran instalado en su pecho para ensañarse con su corazón, estrujándolo de una forma tan dolorosa que no entendía como el suelo no estaba impregnado con los restos de dicho órgano vital. Por otro lado, su garganta era incapaz de abrirse y el nudo que sentía en ella le hacía imposible el pronunciar palabra.

Su cuerpo se encontraba tan profundamente clavado en el suelo que ni siquiera se percató del temblor en sus manos, ni de las lágrimas que silenciosas caían por sus mejillas, sin ninguna intención de detenerse. Sintió, sintió como nunca había sentido en su vida. Tantas emociones juntas que hicieron que acabase cayendo al suelo de rodillas, estampando su frente al instante en el borde de la cama donde la persona que más le importaba yacía… sin respiración. Pronto, el color rojo de su lamento impregno la pureza de las sabanas.

Sabía que debía moverse, que tenía que enterrar a Itachi, que tenía que llevar a Kuroi con Sasuke y Naruto, que tenía que sacar a Orochimaru del cuerpo del hermano pequeño de su compañero y acabar con la vida de ese ser. No lo hizo. Se quedo en aquella postura, agarrando la mano inerte de quien lo significaba todo para él mientras se desgarraba el alma en un llanto silencioso, no gritó, no pataleó, no se rompió la garganta en un llanto desconsolador que no le traería de vuelta su mayor tesoro, su único tesoro.

Perdió la noción del tiempo en aquella postura, una hora, dos horas, tres, no estaba seguro y sólo le saco de su estado catatónico el llanto de la pequeña que habían acogido por aquel corto periodo de tiempo. Su cuerpo pareció recuperar su movilidad, obligándole a levantarse de aquella postura. Casi podía escuchar a cada paso que daba los fragmentos de su alma rota partirse un poco más, como si sus propios pies le hundieran más en la miseria de lo que sentía. Estiró los brazos, envolviendo a la niña de ojos negros con ellos para acunarla entre éstos.

—Shh… mamá está durmiendo y no quieres despertar a mamá, ¿verdad? —sus palabras se deslizaron por su garganta como un susurro ronco mientras sus ojos volvían a inundarse de unas lágrimas que se esforzaba por retener inútilmente. Abrazó con fuerza el pequeño cuerpo, dejando que un poco más de su dolor se exteriorizase pero no podía dejarse llevar por aquellos sentimientos de desolación.

Aún no.

Volvió a dejar a la niña en la cuna y en un esfuerzo sobrehumano para no pensar en nada comenzó a preparar las cosas que iba a dejarle a Sasuke y Naruto para que cuidasen bien de aquella niña. Más adelante pensaría en la forma de hacer que Sasuke se librase del sello maldito de Orochimaru. Ahora lo importante era dejar a Kuroi con esos mocosos.

—Me haría cargo de ti… ¿sabes? —murmuró con suavidad, deslizando una mano por el rostro de la criatura antes de cogerla en brazos—. Pero sé que tú también te irías algún día. Querrás vivir tus propias aventuras, puede que casarte, tener hijos, una familia… y yo… yo seré papi Madi, el cual vendrás a visitar cada equis tiempo y que mientras tanto tendrá que convivir con una cama vacía, una casa fría y la manía de hacer comida para dos. Comida de la que siempre acabara tirando más de la mitad a la basura —las palabras salieron lentas, arrulladoras, su rostro oculto tras una cortinilla de pelo y los ojos nuevamente cristalinos.

Chasqueó la lengua disgustado y en un acto de impulsividad traspaso con su técnica la línea espacio-temporal para dejar a la niña en la mesa de la cocina de Sasuke y Naruto, agradeciendo que ninguno de los dos estuviera en ella. Miró por última vez a la pequeña.

—Adiós… Kuroi —susurró con suavidad y desapareció nuevamente, regresando en aquel instante a aquel lugar donde se encontraba su más temida pesadilla. Y una vez nuevamente allí, le recibió el silencio, acompañado de su eterna compañera, aquella que no había hecho acto de presencia desde que había estado con el moreno.

Ante él se erguían, envolviendo aquella casa con su absoluta presencia aquellos dos seres que había aprendido a detestar y que sabía iban a hacerle compañía hasta el día de su muerte junto aquella opresión en el pecho y esa rotura en su patética alma. Empezó a andar, sus pasos llevándole directamente hasta la habitación que compartía con Itachi provocando que en su masoquismo volviese a contemplar el cuerpo sin vida del mediano de los Uchiha.

Avanzó hasta él, volviendo a tumbarse en la cama, deslizando un brazo por la cintura helada de Itachi, abrazándole de aquella forma mientras su rostro se escondía en el pecho del menor, siendo impregnado por nuevos sollozos de alguien que acababa de perder todo lo que le importaba.

Madara sólo quería dormir, olvidar que no volvería a ver la sonrisa de Itachi, que sus oídos no volverían a captar la musicalidad de su risa, el sonido de los pasos del moreno al ir de un lado para otro, su voz llamándole, su voz regañándole, su voz diciéndole que le quería, su voz espantando los fantasmas de pasados crímenes, haciendo desaparecer los espectros de la soledad.

No volvería a sentir ese cosquilleo en su estomago al ver como su mirada se iluminaba por algo que él había hecho bien o como se sonrojaba por alguna proposición demasiado subida de tono. Nunca más escucharía el goteo de la ducha estamparse contra la bañera al despertarse.

No, nada de eso volvería a pasar. Porque Itachi estaba muerto. Porque Itachi ya no respiraba. Y todo su mundo se iba a la mierda con aquella idea. Al menos en el mundo de los sueños podía volver a verle, podía volver a sentir los brazos del moreno abrazándole, sus manos recorriendo su rostro en una caricia, sus labios presionándose contra los propios.

Al menos… durante un corto espacio de tiempo podía volver a ser feliz. Aunque aquello al final… sólo hiciera que la realidad se le clavase en el pecho como un clavo ardiente, provocándolo una herida que nunca dejaría de sangrar.

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Pues, debido a que me acaban de dar una excusa perfecta para usar este blog que tenía tanto tiempo abandonado y de cuya existencia ni me acordaba... =3 ¡La inaguración va por ti, Kanda! XD

Más te vale que te guste porque en lo personal a mi casi me hace llorar xDU Creo que le he cogido demasiado cariño a Madi... pero demasiado.