Título: Pasado, presente y futuro.
Disclaimer: Naruto no me pertenece, ni sus
personajes tampoco, son de Masashi Kishimoto yo hago esto sin ánimo de lucro,
bla, bla, bla.
Personajes/Parejas: SasuNaruSasu. Algo de
Naru->Saku.
Advertencias: AU, palabras malsonantes,
shonen-ai.
Resumen: Aún puedes recordarla,
¿verdad, Naruto? La primera vez que viste a Sasuke.
Aún puedes
recordarlo, ¿verdad, Naruto? La primera vez que viste a Sasuke. Claro que lo
recuerdas. Es una memoria valiosa, después de todo. Era un día lluvioso, el
murmullo de las gotas de agua chocar contra el suelo te resultaba irritante,
¡no podías salir a jugar al patio del orfanato! Te habían regañado ya
demasiadas veces por intentarlo. Sin embargo, tu pequeña mente de infante se
negaba a rendirse así que buscaste por todo el edificio cualquier ventana
abierta que pudiera conducirte hacia el exterior.
No encontraste ningún hueco por el que colarte pero si algo mejor. Viste a un
niño, de cabello moreno, algo pálido y ojos negros que se encontraba sentado
delante del despacho del director. No te sonaba haberlo visto antes así que te
acercaste, curioso. Cuanto más cerca estabas de él más cuenta te dabas de lo
tenso que el chico estaba y podrías haber jurado que la expresión de su rostro
era la de alguien que estaba a punto de llorar.
No te gustaba (ni te gusta) esa expresión. Te pusiste delante del niño,
agachaste tu cuerpo hacia él, estiraste los brazos y pusiste los dedos sobre
sus mejillas, apretando hacia arriba. Le obligaste a formar una sonrisa. El
niño moreno se te quedó mirando unos segundos, perplejo y tú sólo atinaste a
sonreír, en un intento infantil y poco común de animarle.
—¡Naruto! —la voz chillona de la cuidadora te sobresaltó, te separaste
rápidamente del contrario y corriste todo lo rápido que tus diminutas piernas
te permitieron, tratando de evitar un nuevo regaño. Al final te atraparon pero aun
así no puedes evitar reír al recordar lo descompuesta y roja que estaba aquella
mujer mientras te reñía. Más tarde te enterarías de que el niño de antes se
había quedado huérfano, que su nombre era Sasuke y que compartiría cuarto
contigo y tus compañeros. Oh, eso también evocó a tu mente ciertas
memorias.
Tu primera pelea con el Uchiha. Pasó tres meses después de su llegado. Sasuke
era bastante antisocial (realmente lo sigue siendo) y solía evitar a menudo a
los demás (incluyéndote a ti), además se refugiaba en los lugares más
tranquilos del orfanato. De alguna manera, eso te sacaba de quicio. Y aquel día
le estuviste buscando durante toda la mañana e incluso casi te tropezaste (de
lo cansado que estabas ya) cuando por fin estuvo a tu alcance.
—¡Sasuke, ven, vamos a jugar! —dijiste con un tono algo autoritario, parándote
frente a él.
—No quiero —por enésima vez esa estúpida frase surgía de sus labios, crispando
los pocos nervios que un niño como tú, de ocho años, tenía bajo su control.
—¡Vamos! ¡Estás comportándote tan aburrido como los adultos! —exclamaste,
agarrándole del brazo para tirar de él. Si hacía falta estabas dispuesto a
arrastrarle hasta el patio. Nunca has tenido demasiada paciencia. Por otro
lado, Sasuke se negaba a moverse y tú (que creías que ya le habías dado mucho
espacio y tiempo para acostumbrarse a su nuevo hogar) no ibas a darte por
vencido. No fue sorprendente que toda la tensión que se había formado entre
ambos estallara y que el forcejeo se convirtiera en una pelea a puño limpio.
Os castigaron a ambos sin cenar aquella noche cuando lograron separaros. Por
supuesto, eras (y eres) un cabezota así que seguiste intentándolo. Para tu
desgracia, Sasuke llegó a demostrar ser tan terco como tú y las noches sin cena
fueron algo constante en vuestra niñez. Curiosamente fueron esas pequeñas
dispuestas las que poco a poco fueron forjando entre vosotros un lazo irrompible.
Antes de que os dierais cuenta os volvisteis inesperables. Si querían encontrar
a Sasuke sólo tenían que buscarte a ti y viceversa.
Ahora que te paras a pensarlo, Sasuke ha sido el principal causante de la
mayoría de tus primeras veces por ejemplo; aquel estúpido primer beso. ¡Qué por
supuesto fue un accidente! Pero fue el primero. Estampas la cabeza en tu
diccionario, muerto de la vergüenza por acordarte de aquello. Madito Sasuke.
También fue su culpa que te declararas a Sakura. ¡Ese idiota se hacía demasiado
el guay y misterioso! Y claro, tú no podías dejar que Sakura cayese en las
garras de ese “patán” (palabra que aprendiste gracias a Sasuke).
Aún te duele la cara al recordar el guantazo que te dio la chica por la
estúpida razón por la cual te habías declarado (claro que por aquella época te
gustaba Sakura pero usaste palabras poco adecuadas en tu declaración). Aunque
si lo piensas bien más humillante fue la cara de burla que tuvo el Uchiha por
dos semanas. Pero no todo fue malo. Al menos conseguiste que Sakura se
convirtiera en el tercer mosquetero. Y a pesar de que tuviste que jugar de vez
en cuando juegos de niñas (Sasuke se negaba) no te arrepentiste.
Hacer amigos nunca ha sido fácil. Y a ti, que nunca habías conocido el calor de
una familia, parecía costarle más que a nadie hacerlos. Sasuke y Sakura fueron
tus primeros y mejores amigos. Se convirtieron en tu tesoro y aquello por lo
que hubieras dado la vida y sin embargo, una conversación que tuviste con la
chica a tus quince años te obligó a poner en orden tus pensamientos.
—Oye, Naruto —oíste la voz de Sakura y giraste la cabeza hacia ella. Sasuke
había ido al baño por lo que os habíais quedado a solos. Ladeaste la cabeza,
esperando a que continuase hablando—. Tú crees que…—te miró con algo de
indecisión—. ¿Somos como una familia?
La pregunta se quedó flotando en el aire por un minuto mientras tú, con el ceño
fruncido, pusiste esa expresión de “estoy pensando” y a la que Sasuke había
bautizado como “estoy cagando”. No sabias bien que se sentía formando parte de
una familia sin embargo tras recordar vagamente todo lo que te habían contando
sobre ellas imaginaste que los sentimientos de cariño, protección (y otros que
iban por esa dirección) que te despertaba estar con ellos era lo más cercano a
sentirse en familia que habías conocido.
Sonreíste, estúpidamente, por unos segundos—. Por supuesto que lo somos, Sakura
—fue tu respuesta pero claro, la mente femenina del grupo empezó a divagar
sobre qué miembros representaban cada uno de vosotros. Al cabo de poco dio su
sentencia.
—Sasuke y tú sois como hermanos —tú te quedaste callado y ahora a tus
diecinueve años te preguntas: “¿lo somos?”. Haces memoria y recuerdas como algo
lejano que en el orfanato había habido antes niños que se autodenominaban de
esa forma. También recuerdas que antes de llegar Sasuke les tenías cierta
envidia ya que aunque a menudo los veías pelear, solían ser cercanos y se
protegían mutuamente de ser necesario.
Tú también querías esa clase de relación. Quizá por ello tú mente de quince
años se conformó con aquello y te hizo afirmar que los tres erais hermanos pero
ahora tu mente de diecinueve te reclama tú conformismo y te vuelve a preguntar:
“¿Lo sois?”. Gruñes, te frotas el cabello y pasas las páginas de aquel libro gordo
calificado como diccionario (Sasuke había vuelto a usar una palabra desconocida
para ti antes de ir a darse un baño).
Por otro lado, sabías que hermano era una buena palabra para catalogar tu
relación de niños pero no los sentimientos ni pensamientos con los que tu mente
te martilleaba desde que salisteis del orfanato y empezasteis a vivir juntos,
en un piso, solos.
En un principio todo fue bien pero unos meses después te habías encontrado con
que mirabas más que antes al idiota, sobre todo cuando se quedaba dormido en el
sofá con un libro en su regazo. Te quedabas embobado y creías que en esos
momentos Sasuke era adorable (únicamente cuando dormía). Luego estaba el
nerviosismo, los sonrojos, la vergüenza, etc.
Necesitabas contarle a alguien esos extraños síntomas (porque por alguna
extraña razón habías catalogado aquello como “enfermedad”). Y como no,
recurriste a Sakura, pensando que ella al estar estudiando medicina sabría qué
era lo que tenías, suplicando interiormente que pudiera diagnosticarte.
—¿Es que eres idiota, Naruto? —el regaño implícito en su tono de voz te puso
los pelos de punta—. Eso que te pasa no es una enfermedad —te espetó,
frotándose las sienes. Habías interrumpido su estudio para que te ayudase y
claramente se había enfadado por aquella perdida de su valioso tiempo.
—¿Entonces qué es? —preguntaste, ajeno a que quizá la respuesta no iba a ser
mucho de tu agrado. Además, la cara de Sakura tampoco auguraba nada bueno.
—Inútil, simplemente estás enamorado —tu cara fue un poema tras escuchar sus
palabras. Horror, incredulidad, algo de vergüenza, quizá miedo y otras muchas
cosas que no se podrían catalogar como buenas. Tu expresión totalmente
desencajada provocó que Sakura se debatiera entre consolarte o estallar en
carcajadas. Abriste y cerraste la boca, como un pez fuera del agua para
finalmente dejarte caer en el suelo.
—Sakura… esa clase de bromas son de mal gusto. Porque es una broma, ¿verdad?
—trataste de conseguir que tu voz no sonara tan temblorosa como lo estabas tú
por dentro. Era como si en cualquier momento te fuese a dar un ataque de
pánico.
—No, es algo que intuía desde hace tiempo pero tus palabras me lo han
confirmado del todo —fue tajante y tú rogaste por que la tierra te tragara en
ese instante. No podías creerlo, no querías creerlo. Joder, ¡se suponía que tenías
una especie de relación fraternal con Sasuke! ¡Uno no se enamora de su hermano!
Algo de angustia debió dejarse entrever en tu expresión pues Sakura se percató
rápidamente de cómo te encontrabas e intento, vanamente, animarte—. Naruto…
tampoco es algo tan raro, has vivido mucho tiempo junto a Sasuke y, ya sabes,
el roce hace el cariño…
—Pero, ¿no se supone que está mal? —te mordiste el labio inferior—. Digo, los
hermanos no se enam-… —Sakura te mando una mirada tan amenazadora que te obligó
a cerrar la boca. Definitivamente lograbas sacarla de quicio en algunas
ocasiones. Pero en el fondo entendías su posición. Biológicamente hablando no
erais hermanos. ¡Pero el sentimiento de hermandad estaba ahí! Además… además…
¡erais hombres! Por lo tanto era doblemente malo que te enamorases del Uchiha.
¿Verdad?
Debido a tu caos mental, Sakura decidió que era un buen momento para dejarte
solo y prácticamente te echo de su casa para que no la molestases con cosas que
eran tan banales. ¡Banales había dicho! ¡Todo tu mundo se estaba desmoronando
por esa mierda banal y a Sakura no le importaba tanto porque pensaba que lo
sentías era demasiado obvio hasta para un mono!
Regresaste a tu casa, te encerraste en tu cuarto y te autocompadeciste de tu
mala suerte… por unos cinco minutos. La autocompasión, pensabas (y piensas),
era (y es) una pérdida de tiempo. Por supuesto, un par de minutos para
reflexionar no le hacían mal a nadie pero no era algo en lo que uno debía
estancarse demasiado. Creíste equivocadamente que lo más lógico sería no
pensar, no prestar atención e ignorar los cambios que Sasuke te estaba
causando.
No ibas a arriesgar, tu amistad y tu hermandad por un sentimiento tan voluble
como lo era el amor. Habías oído muchas veces ya la frase del amor que era
pasajero mientras los amigos eran más duraderos. Creíste que ignorando todo al
final se acabaría yendo aquel sentimiento de la misma manera que había llegado.
Fue un grave error por tu parte pensar así.
¿Por qué?
Celos. Nunca te habías considerado una persona posesiva pero el “pequeño”
descubrimiento de tus sentimientos sacó a relucir a tu celópata interno.
No te gusta nada recordar aquellos días. Las discusiones con Sasuke se hicieron
frecuentes y acabaste enfado con él, con el mundo, con Sakura y sobre todo
sentiste una enorme frustración y enfado contigo mismo. Gracias al cielo,
Sakura logró hacerte entrar en razón y aunque los celos siguen ahí, aprendiste
a controlarlos y a ocultarlos.
Todo volvió a ser como era antes.
Cierras el diccionario y te estiras. Estás algo cansado. La Universidad te
agota de una manera brutal aunque ya sabías que iba a ser complicada. Por
suerte, Sasuke siempre está ahí. Como una estrella brillante (y malhumorada)
que te ayuda a no acabar limpiando excrementos de perro. Y aunque a veces
pareciera que va a mandarte a volar sabes que siempre estará ahí para ti.
Porque es tu mejor amigo, tu hermano y tu persona especial.
Sonríes sin poder evitarlo, cierras los ojos y dejas que Morfeo te rapte al
mundo de los sueños. Y cuando por fin vuelves a despertar te encuentras en tu
cama, tapado hasta las cejas. Se siente cálido. Vuelves a sonreír y ríes
levemente. Seguramente te habías quedado dormido en el sofá y Sasuke te había
llevado a tu dormitorio. Piensas que eso ha sido un gesto algo adorable por su
parte.
Quizá, sólo quizá, iba siendo hora de decirle a Sasuke cuan especial e
importante era él para ti.
Fin.